viernes, 29 de julio de 2011
Crónica de un sueño: "Héroes de Camelot"
Llevaba ya varias semanas (¿o meses, quzás?) sin dedicarle demasiada atención a la cosa, enfrascado en otros quehaceres tales como el trabajo, los amigos, la vida personal... pero, sobre todo, en terminar de dar el primer paso de mi sueño. Un sueño que, como muchos de vosotros sabréis, consiste en ser escritor.
El día 27/7/2011 será una fecha que recordaré mientras viva, un día bastante importante para mí. ¿Por qué? Os preguntaréis. Pues bueno, ni más ni menos porque al fin, tras tantos años, he logrado acabar la que espero será mi primera obra publicada: Héroes de Camelot, las Joyas de Ultramar. Como, obviamente, no podía ser de otra manera, ésto se merece una entrada en condiciones. La principal razón de que hoy me haya vuelto a poner al timón del blog y surque las aguas de la palabra escrita una vez más.
Comenzaré el viaje hablando un poco de la creación de la obra, para todos aquellos interesados en ella. He de remontarme muchos años atrás. Yo apenas era un chaval de en torno a los 15 o 16 años cuando conocí un chat, en ya.com, llamado Camelot. Camelot, el reino legendario, el escenario de las historias de Arturo y Ginebra, de grandes hazañas y valientes caballeros como Lancelot, Gawain o Galahad. De la magia de Merlín y Morgana, de la Tabla Redonda, de la mágica espada Excalibur... Tantas y tantas historias que desde niño había escuchado una y otra vez de boca de mis padres, mis tíos y abuelos. Es lógico, por tanto, que no dudara en formar parte de aquél lugar en el ciberespacio. Así fue como hice mis primeros pinitos con el rol interpretativo.
El rol, como muchos de vosotros sabréis, es sobre todo interpretar un personaje. Las acciones vienen determinadas con la ayuda de dados, de personas que dirigen la historia... en fin, es vivir otra vida, olvidarte de los problemas que te atañen para pasar un buen rato con los colegas. Una experiencia que os recomiendo a todos si aún no la habéis probado. Pero lejos de mi intención divagar sobre éste tema, baste decir que en aquél chat conocí a muchas personas que, hoy en día, son grandes amigos y amigas. Con aquél grupo compuesto de gente de todas partes de España, comenzó lo que con el tiempo se convertiría en una gran inspiración para escribir.
Tras varios intentos de jugar alguna que otra partida por el chat, decidimos que sería más práctico mudarnos al sempiterno messenger (por aquél entonces tan viejuno que no contaba con tantas chuminadas, caritas, dibujillos y demás) y, comenzamos a crear entre todos, el mundo de los Héroes de Camelot. Yo, en calidad de máster (o director de juego), me encargaba de poner en situación a los personajes, de planificar las aventuras, de crear monstruos y retos a los que se tuvieran que enfrentar en sus viajes... en fin, una historia no escrita que se iba desgranando noche tras noche. Nos reuníamos siempre, como un reloj, los Viernes después de cenar, llevando la partida hasta altas horas de la madrugada (había veces que incluso veíamos salir el sol, tal era nuestra pasión en vivir aquellas historias). Seguíamos jugando los Sábados después de comer, durante algunas tardes también, incluso la noche de nuevo. Puede decirse que nos dió bastante fuerte por aquellas aventuras, pero ¿y qué? ¿Que queríamos salir por ahí con nuestros amigos? Aplazábamos la partida para el finde siguiente. ¿Qué mas daba? Teníamos todo el tiempo del mundo para ello. Verano, invierno, primavera, otoño... daba igual la estación que fuera. Nosotros creábamos aquél mundo que, conforme pasaba el tiempo, nos unía más y más.
Algunos pensaréis: que chorrada. Unas personas que se conocen por internet no pueden unirse tanto. Os sorprendería saber lo que es capaz de hacer la gente cuando no hay mentiras de por medio (y, curiosamente, entre nosotros no las había) La gente suele pensar que por la red sólo se miente, se desvirtúa la realidad... pero pensad por un momento, que nosotros no desvirtuábamos la realidad, sino que creábamos una nueva. Así pues, no había necesidad de andarse por las ramas (y eso que, con el tiempo, si alguno tenía un problema siempre podía contar con la ayuda de los otros, aunque fuera para leer sus palabras en una pantalla y recibir el consejo de los demás). Con todas aquellas experiencias, lógicamente, surgió la amistad. ¿Una amistad tan fuerte como la del cara a cara, la del día a día? No sé si llegamos a tanto, pero una buena amistad, al fin y al cabo (que, con el tiempo y al conocernos en persona, sí que llegó a ser igual de profunda que la de cualquiera)
Pero, como todos sabéis, ése tipo de cosas no duran. La gente crece, se hace mayor, tiene más responsabilidades... en fin, tan sólo era cuestión de tiempo que nos fuéramos alejando del mundo virtual, desenganchándonos de aquellas palizas que nos dábamos frente al ordenador, para acallar las necesidades que a todos nos surgían en la vida real. Fué entonces cuando a mí se me ocurrió, la que yo creo, una de mis mejores ideas. Me daba pena ver como tantas y tantas aventuras caerían en el olvido, como nadie excepto nosotros compartirían esos viajes, esos combates, esos romances que habían vivido nuestros personajes. Desde siempre me había encantado leer y escribir. Así que medité sobre ello largamente y, echándole un buen par, comencé a escribir la que sería mi primera novela. Héroes de Camelot, las Joyas de Ultramar.
Pidiendo permiso a mis camaradas de armas para usar sus personajes, empecé a escribir una historia totalmente nueva, con inspiración aquí y allá de aventuras que habíamos vivido, sobre nuestro grupo de aventureros: los Héroes de Camelot. Allí estaban de nuevo, sobre el papel, viviendo aventuras: Cyrus, el samurái; Sad, la vampiresa; Elanor, la elfa; Kai, el pícaro; Seshai, la unicolyan; Pallas, la hechicera y Clyven, el licántropo entre otros. Y, como no podía ser de otro modo, también Sir Francis, el paladín y guía del grupo (autoproclamado líder, con todas las peleas, cachondeos y risas que trajo aquello).
De modo que cogí a todos nuestros personajes y los situé de nuevo en su mágico mundo, dispuestos a vivir aventuras una vez más. ¿Las cosas buenas no duran para siempre? ¡Y una mierda!, pensé, ¿cual es el mejor modo de conseguir la inmortalidad, de hacer que más personas sueñen como nosotros lo hicimos, de que la gente comparta nuestras aventuras de las manos de nuestros personajes? La escritura.
Un libro, donde pueden vivir por siempre, alimentados por la imaginación de generaciones futuras. La forma de que, cuando ya no quedemos ninguno para contar nuestras historias, sean los propios personajes las que las sigan narrando una y otra vez.
Al fin había encontrado mi camino, mi vocación, un sueño por el que vivir y luchar. Quería ser escritor, quería hacerles llegar a los demás mis aventuras, quería darle a la literatura todo lo que ella me había dado (y me sigue dando) a mí. Quería unirme a las filas de fantásticos escritores como Tolkien, Weiss y Hickman, Sapkowski, Martin, Rowling y demás. Tantos y tantos escritores, creadores de sueños, que en España eran tan pocos. ¿Por qué la fantasía y la épica medieval apenas si sale adelante en nuestro país? Hay buenos autores, como Laura Gallego o Virginia Pérez de la Puente. Pues bien, éso se ha acabado, pensé. Es hora de abrirme camino en el mundo editorial y contribuír a la causa con mi propio granito de arena.
Así pues, cogí mi espada... o más bien el teclado de mi ordenador, y poco a poco, letras tras letra, frase tras frase, página tras página, fuí escribiendo mi propio libro. Bien es cierto que podría haber tardado mucho menos, bien es cierto que no considero estar a la altura, ni mucho menos, de grandes escritores del género ya consagrados... pero lo estaré. Lucharé con todas mis fuerzas para estarlo, para abrirme hueco hacia la cumbre y cumplir mi sueño.
Como bien dice mi madre, una de las personas mas sabias y cuerdas que conozco (y éso, en nuestra excéntrica familia, es decir mucho xD) "los sueños se cumplen trabajando duro. Con los pies en la tierra y la cabeza en las nubes". Un buen lema que he procurado seguir, que entendí de verdad hace poco y que me hizo seguir adelante. He luchado contra el desánimo, contra el temor de no estar a la altura, contra la pereza, contra mi propia manía de "ésto está mal, tengo que corregirlo". Los pequeños demonios que tiene todo escritor, como dice George Martin.
Y, como no podía ser de otro modo, he vencido. Así pues, logré acabar por fín mi novela (que ahora está siendo leída y corregida por varias personas en las que tengo plena confianza) y, dentro de poco, empezaré la lucha para sacarla adelante y publicarla. Y pienso conseguirlo, cueste lo que cueste.
A vosotros, lectores/as os animo a que hagáis lo mismo. A que sigáis vuestros sueños, a que luchéis por ellos con todas vuestras fuerzas, día a día, apoyándoos en quien os quiere y os anima. Sin desfallecer. Porque el ser humano no es nada sin un sueño que seguir, y para que todo lo que hemos conseguido exista, alguien tuvo que haberlo imaginado primero.
Nada me resta ya salvo agradecer, de corazón, el apoyo mostrado por mi familia, gracias por soportarme en tantas ocasiones y animarme a seguir adelante. A mis amigos, entre los que cuento a aquellos detrás de la creación de los Héroes de Camelot, por supuesto, porque sin ellos no existiría ésta historia. Y cómo no, a vosotros, lectores, dado que sois el mecanismo que da vida a todas las historias, incluídas las mías.
Un saludo y nos vemos en la próxima entrada, ¡por Onour bendito!
(Agradecimientos especiales a Pedro Ramón Martínez, nuestro querido Cyrus Zeal, por los dibujos que en su día se curró y se sigue currando sobre los Héroes de Camelot (http://electrocereal.deviantart.com) y a los fantásticos peluches que hizo sobre Francis, Sad, Cyrus y Christinne, Irene Avendaño (http://ccscutecustoms.blogspot.com/)
jueves, 9 de junio de 2011
Gamers, sus viajes legendarios (Capítulo 2)
Capítulo 2- Tecnología y alcohol, mala combinación
- Menuda puta mierda de día, joder- soltó mi hermano dejándose caer en las escaleras del almacén de la tienda, suspirando.
Desde niño no ha sido una persona demasiada dada a andarse con sutilezas. ¿Que ésa señora se ha colado en un supermercado? Soltarle un “a la cola, pelleja” es lo mínimo. ¿Que un coche va demasiado pegado a él mientras conduce? Apertura de ventana, dedito alzado (los días festivos uno más de regalo) y un “¡Deja de besarme el culo, cabrón!”, funciona a las mil maravillas. Al menos para él. No era de extrañar, pues, que a aquellas horas de la tarde su vocabulario rebosara de un lenguaje bastante florido.
- Como vuelva alguien a preguntarme por el Wii Party, sacaré a Fluffy de paseo- amenazó.
¿Quién es Fluffy, os preguntaréis? ¿Un perro, un gato? ¿Os dejan tener mascota en la tienda? Para empezar, os diré que suficientes “mascotas” tenemos ya todos los días, dado que no me sorprendería que algún día me contestaran con un rebuzno, visto la educación de algunas personas. Y no, no tenemos mascota. Bueno, miento. Teníamos a Rockstar.
Un día, al abrir la tienda, David se encontró un ratón que saltaba en el escaparate. El bicho salió corriendo y se ocultó en el almacén. A partir de entonces, bautizado como Rockstar (en honor a que el día de su descubrimiento, se ponía a la venta el Red Dead Redemption), se dedicó a aportar una nota de color a nuestras vidas laborales. El bicho se las sabía todas: desde escamotear algunos monchitos que se le caían a alguien en el suelo del almacén, hasta salir a despedirnos a última hora, mientras nos cambiábamos, para hacer que Jose David metiera unos saltos de aquí te espero (impresiona ver a un tío tan enorme como Jose dar ésos brincos. Palabra). Finalmente, el pobre bicho murió haciendo lo que más le gustaba: dar por el saco. O si no, preguntadle a César la gracia que le hizo encontrarse al ratón mas seco que la mojama en una de sus zapatillas de deporte.
Pero, retomando la historia, os explicaré que Fluffy se trata, en realidad, de un palo gordo de metal, extensible, que solíamos tener debajo del mostrador. Sus orígenes son inciertos y se pierden en las brumas del tiempo. Pero cuenta la leyenda que surgió de una batería del Rock Band defectuosa que el transportista se llevó una buena mañana, dejando una de las patas que la sujetaba detrás. Sea como fuere, el caso es que mi hermano la encontró un buen día por el almacén, criando polvo y telarañas, y decidimos darle un uso mejor.
Una de las cosas más grandiosas que con ése instrumento nos han pasado fue el día en que nuestro coordinador se pasó por la tienda para hacer una revisión del estado general. Rebuscando por el mostrador, halló el prodigioso artilugio, y sacándolo, miró a Raúl con ojos desorbitados.
- ¿Esto que es?- preguntó, admirándolo en todo su esplendor (extensible).
- Un palo de hierro- como podéis comprobar, mi jefe no es una persona dada a los rodeos cuando no son estrictamente necesarios (sobre todo para la trama de un relato. ¿Os he contado ya la historia de la bola de papel y el inodoro…? Ah no, eso era otra aventura totalmente distinta a ésta. Sigamos, sigamos)
- ¿Pero para qué tenéis ésta cosa aquí?
- Hombre… ¿tú que crees?- entre la barbita y la miradita picaresca, ya os digo que Raúl, en ése momento, parecía un personaje del célebre cuadro de Rubens de “Sátiros atacando a las Ninfas”.
- ¿Para pegar a la gente?- ¡bingo! Y hay gente que piensa que ser coordinador es incompatible con resoluciones mentales básicas. Cuanta injusticia hay por el mundo.
Ante toda la respuesta de mi jefe (un elocuente meneíllo de cejas que no dejaba mucho lugar a la imaginación), el coordinador se alejó con Fluffy hacia el baño, tirándolo al cubo de basura mientras murmuraba por lo bajo algo así como que no le pagaban lo suficiente. Poco sabría él que mi hermano, César y Ricardo organizarían una acción de rescate conjunta para recuperar a nuestro metálico compañero, devolviéndolo a su sitio original (aunque escondido tras la caja registradora, obviamente). Finalmente, os alegrará saber que, a día de hoy, Fluffy todavía no ha probado la carne humana (como mucho un par de peluches de Doraemon o Koopa Troopa al finalizar el día, en nuestros célebres torneos de “Béisball Gamer”). Una vez aclarados varios puntos para el normal desarrollo de nuestra historia (o para que os echéis un poco mas las risas, todo es ponerse), sigamos.
Como decía, tanto mi hermano, como mi cuñada, como todos y cada uno de los empleados de la tienda, estábamos un poco hartos a aquellas horas. Siendo Nochebuena, imaginaos la que les cae a vendedores de algo tan requerido como los videojuegos. Vamos, que “The Walking Dead” es un paseo por el campo en una mañana soleada comparado con lo que habíamos pasado.
- ¡Vamos, chicos, que es hora de cerrar!- como un coro angelical, nos llegó el vozarrón de Javi desde fuera del almacén, mientras a modo de línea de policías antidisturbios íbamos arramblando con la gente hacia la salida para que se marcharan.
- Al fin, se acabó el suplicio- comenté mientras bajaba la persiana metálica que cerraba la tienda.
- ¡Que empiece la fiesta!- exclamó César sacando del almacén unas cuantas botellas de cava y picoteos varios.
Al ser Nochebuena, cerrábamos tres horas antes de lo previsto, y como es costumbre en España ¿qué mejor modo de celebrarlo que con un poco de bebercio antes de reunirnos con nuestras respectivas familias en casa? Mas que nada por ir calentando el ambiente festivo, que nunca está de más.
- Para mí sólo un culín- dijo Ricardo.
- Para culín la clienta de última hora. Venga, bebe, que esto no mata todavía, Mr. Mancuernas- César escanció una buena dosis en cada una de las copas.
Es hecho comprobado que las cabras tiran al monte, y ése par de dos tiran a otro tipo de montes. Ya sabéis, con más voluptuosidad, llenos de placeres… en fin, a buen entendedor, pocas palabras bastan.
- Tomad, Sir Francis, llevad los impuestos de hoy a nuestra cámara acorazada de manufactura enana- ordenó Raúl pasándome por el aire una bolsa transparente llena de dinero.
¿Cómo resistirse a una petición de última hora si es formulada de dicha manera? No es difícil llegarme al corazón, y lo sabéis… malditos cabrones…
Así que dejé mi copa en el mostrador y entré en el almacén, mientras detrás de mí mis compañeros estallaban en risas ante un chiste que no repetiré aquí (nunca se sabe en que horario va a ser esto publicado, pero mejor no tentar demasiado a los censores… todavía). Eché un vistazo al lugar del último reposo de Rockstar (o sea, las zapatillas de César) y subí los escalones hacia la segunda planta del almacén de la tienda para guardar el dinero en la caja fuerte. Abrí la puerta del pequeño cuartucho donde se hallaba… y me paré en seco al ver lo que tenía delante de mis narices.
Y ahora, una pausa para la publicidad (o, en mi caso, para cenar) mientras os dejo con un pequeño acertijo.
¿Qué creéis que me encontré en el cuartucho del almacén?
a) Varios congéneres de Rockstar devorando el cadáver de un antiguo empleado de la tienda que desapareció, misteriosamente, hacía semanas.
b) Una voluptuosa mujer, mirándome con lascivia, mientras jugueteaba con un mando Move de PS3.
c) Un enorme robot saliendo del techo, mirándome con una enorme bola a modo de ojo, moviendo paneles y palancas con sus brazos mecánicos.
d) Absolutamente nada, y por más que te esfuerces en sorprendernos, Fran, tan sólo se trata de tu enferma mente friki.
A la vuelta, seguimos, y desvelo el misterio del almacén. Buuuuhhhh… ¿Acojona, eh? Inquieta, al menos… espero…
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-¿Has oído ya lo del nuevo Polo?
- ¿El qué? ¿Que viene con aire acondicionado, y radio función de mp3 con 4 altavoces?
- No, lo otro.
- ¿Lo del asistente de arranque en pendientes?
- Si, pero además tiene airbags frontales, laterales y de cabeza, retrovisores térmicos con ajuste eléctrico y faros halógenos con luz de día. Y todo por un precio de escándalo.
- Pues yo, que quieres que te diga, sigo prefiriendo mi… ¡¡Charizard!!
¿Cansado de los atascos a primera hora de la mañana? Vuela y preocúpate solo de las cagadas de cigüeña.
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¡Ya de vuelta! ¿Habéis logrado adivinar el acertijo? ¡Vamos a ello!
Para todos aquellos/as que respondieron la a), ¿os habéis pensado que, si desapareciera un compañero no lo buscaríamos con ahínco? ¿Pero que clase de monstruos desalmados creéis que somos? Primero lo buscaríamos para quitarle la cartera, joder, que no está la vida como para desaprovechar unos eurillos extra.
Para aquellos que respondieron la b), ya me hubiera gustado contemplar semejante visión. He de decir que, de haber sido así, me hubiera importado bien poco que hubiera sido una vampiresa, fantasma o alienígena (que es lo común en estas escenas picantes sin ninguna lógica argumental). Y, de ser así, en éstos momentos no creo que estuviera entre vosotros narrándoos nuestras aventuras (que tampoco sé donde estaría, pero feliz, seguro)
Para aquellos que contestaron la d), si hubiera sido así la cosa (y no estoy poniendo en duda que tengo una enferma mente friki), si no hubiera pasado nada, no tendría nada que contar ¿no creéis? De todas formas, habida cuenta de lo que sucedió, aún hoy en día dudo si no sería una jugarreta de mi mente.
Y, la respuesta correcta, es la c). Un aplauso para los ganadores y podéis pasaros por la tienda cuando queráis a retirar vuestro premio, consistente en un vale descuento para Faunia y una cajita de cereales con chocolate (que estamos de promoción, y hay que repartirlas). Y ahora, sigamos con lo nuestro.
Efectivamente, aquello que me hizo soltar la bolsa del dinero y abrir la boca hasta límites insospechados (que ríete tú de las muecas de Crash Bandicoot), era, ni más ni menos, que un robot gigante. Aquella máquina surgía del techo, como una enorme estalactita llena de cables y brazos mecánicos. Pendía de ella un enorme globo ocular mecánico, de luz anaranjada, que parpadeó al verme entrar. Sus múltiples brazos se movían por toda la habitación, tras los paneles que hasta el día anterior habían formado parte de la pared. El pequeño cuartucho se había transformado en un laboratorio lleno de monitores y máquinas, donde aparecíamos, sorpresa sorpresa, todos y cada uno de los empleados y parte de los clientes. Alcancé a ver pantallas y monitores con fases de videojuegos que todavía no se habían comercializado, con grabaciones de la tienda, con datos, estadísticas y demás… en fin, toda una amalgama de imágenes que controlaba aquella enorme máquina. Entonces, no obstante, su atención se había centrado completamente en mí.
- Sujeto 3995, Albiar Jiménez, Francisco- rechinó aquella cosa con una metálica voz de mujer. Pude contemplar en un lateral de su, llamémoslo cuello, unas letras: GLaDOS. ¿De qué me sonaba aquél nombre? En el shock del momento, no conseguía recordarlo.
- ¿Pero qué cojones?- lo sé, no es la contestación mas refinada, pero me habría gustado veros a vosotros en ésa misma situación.
- No deberías haber interrumpido las reparaciones nocturnas de la unidad 009. No estás autorizado para permanecer aquí en estos momentos.
Las siguientes palabras que se me venían a la cabeza antes de salir de allí por patas fueron interrumpidas por mi hermano, que hizo acto de presencia.
- ¡Pero bueno, chache! ¿Qué haces? Que te estamos esperando todos ¿Pero qué cojones?- como veis, la reacción al ver una enorme máquina, es la misma. Cosa de familia, ya os digo.
- Sujeto 5774, Albiar Jiménez, Sebastian. Sin autorización para contemplar las tareas de reparaci…
- ¿Pero qué cojones?- exclamó Ricardo, entrando en el cuartucho tras Sebas. No sabía qué más me preocupaba a aquellas alturas: si el hecho de que en la tienda había un enorme robot, si el hecho de que pronto seríamos demasiados para el pequeño habitáculo o si el hecho de que trabajar juntos durante tanto tiempo nos estaba volviendo tan predecibles que todos soltábamos la misma puñetera frase. Como una mente colmena, igualito.
- Ninguno de los tres tiene autorización para estar aquí- interrumpió mi hilo mental la máquina, haciendo girar su enorme ojo hacia nosotros, situándolo a escasos centímetros.
Mis piernas me decían que saliéramos de allí cuanto antes, para no regresar jamás. No sé vosotros, pero a mí el hecho de que un robot gigante me mire y niegue mi autorización para permanecer en un sitio que domina él, me pone de muy mal cuerpo. Debíamos escapar cuanto antes, y mi cerebro trabajaba a toda velocidad examinando las posibles vías de salida. Quizás si la lográsemos distraer con el extintor cercano, podríamos crear una pantalla de humo para escapar por la puerta. Luego, podríamos sellar la salida con cajas de consola y…
- ¡A tomar por culo!- Ricardo puso en práctica el plan más primitivo y eficaz que se le puede ocurrir a la raza humana: lanzarle lo que tenía en la mano. Y dicho objeto vino a ser la botella abierta de cava, que con dos vueltas de campana se estrelló contra el enorme ojo, haciéndose añicos y empapándolo de alcohol- ¡¡Corred!!
Ninguno puso objeciones a aquella orden y salímos por piernas mientras la máquina se quejaba con estridentes ruidos metálicos. Bajamos las escaleras a toda pastilla y abrimos la puerta del almacén, corriendo hacia el mostrador.
- ¡Tenemos que salir de aquí cagando leches!- gritó mi hermano dirigiéndose hacia la salida mientras cogía a Pilar de la mano.
- ¿Qué habéis hecho? ¿Qué pasa?- preguntó David, mirándonos a los tres.
- No es broma. Arriba hay una enorme máquina que habla, en una sala llena de ordenadores y monitores. ¡Vámonos, luego os explicamos!- Ricardo tiraba de la manecilla de la salida lateral de la tienda, sin ningún éxito- ¡Está cerrada!
- ¿Cuánto alcohol habéis bebido? ¿Os habéis enchufado la botella entre los tres de una sentada?- Raúl nos miraba con la ceja enarcada, siempre tan escéptico. ¡Seguro que si se hubiera tratado de un Apocalipsis zombie otro gallo nos hubiera cantado a la hora de convencerle!
- ¡En serio, chicos, hacednos caso y salgamos de aquí cuanto antes!- exclamé al borde del histerismo, justo cuando las luces de la tienda se apagaron a la vez, junto a los monitores de los ordenadores y el plasma de vídeo. Nos quedamos totalmente a oscuras, iluminados por las tenues luces de emergencia del baño- Mierda…
- Que nadie se mueva. Habrá saltado el diferencial- dijo Raúl, saliendo de detrás del mostrador.
En aquél momento, el propio techo de la tienda se abrió con una explosión de cascotes de pladur y yeso, mientras el pavimento de madera era horadado por varios brazos metálicos que, como troncos de árboles, crecían en pocos segundos. Del techo descendió el enorme ojo de aquella máquina, entre zumbidos eléctricos y un aluvión de chispas.
- ¿Pero qué cojones?- turno de Raúl de pronunciar la consabida frasecita. Lo que yo os diga, compenetrados mentalmente.
- Sujetos de prueba de la unidad 009- dijo la máquina con leves ondulaciones en la voz y temblores a lo largo de todo el fuselaje. Parecía que el cava le había afectado lo suyo- Habéis transgredido la política de la organización, y por ello debéis ser sancionados- en la oscuridad, el color anaranjado que emitía su enorme ojo resultaba de lo más impresionante. Parecía un faro en medio de la noche, dirigiéndose a todos y cada uno de nosotros.
- No, si nosotros ya nos íbamos a casa. No se moleste- David siempre tan políticamente correcto. Decirle eso a un cliente que te viene chillando porque su juego no funciona puede valer, pero no recordaba que en el manual del trabajador de la empresa viniera una sección de “Cómo tratar, asertivamente, a una máquina gigante con personalidad propia”.
- Silencio. Las normas han sido transgredidas, así que pasaremos al nivel dos: la experimentación con sujetos humanos- mientras dictaba sentencia, uno de sus brazos nos apuntó con lo que parecía un apéndice lenticular, en forma de pistola, que variaba del color azul al naranja.
- ¡Yo me piro de aquí!- dijo Javi mientras salía corriendo hacia la verja que cerraba la tienda. ¡Qué cabrón! ¡Me había quitado la idea de salir por patas en aquellos momentos! La máquina estuvo más rápida que él y le apuntó con aquél cachivache. Un fogonazo azul en forma de portal se abrió bajo él, congelándolo en plena carrera. Un segundo disparo anaranjado lo hizo desaparecer, desintegrándolo.
- Siguiente sujeto- informó la voz metálica, dirigiéndose de nuevo hacia nosotros.
Acto seguido, efectuó otro disparo azulado hacia César y Carlos, dejándolos en el sitio antes de desintegrarlos con la luz naranja.
- ¡Corred, dispersaos o nos volatilizará a todos!- dijo Raúl mientras se dirigía hacia el almacén, seguido de Jose David. Como pude comprobar segundos antes de zambullirme tras el mostrador junto con Bea y David, no llegaron demasiado lejos antes de que los haces de luz les dieran de lleno.
Varios fogonazos más acompañados de los gritos de mi cuñada y mi hermano nos confirmaron que la máquina los había alcanzado a ellos también.
- ¡Nos está masacrando!- gritó Bea con las manos en los oídos. Una observación de lo más lógica, sin duda alguna. Pero aún quedaba uno de nosotros con las gónadas en su sitio, o eso esperaba yo.
- ¡¡Puta de mierda!!- exclamó Ricardo, seguido de un golpe metálico. Como suponía, mi fiel compañero no me había decepcionado a la hora de plantarle cara y golpearla con algún objeto contundente. Pobre Ricardo, siempre acostumbrado a morir matando, como nos dio a entender la nueva salva de luces.
Tras varios segundos de silencio, los tres restantes nos miramos entre sí, agazapados detrás del mostrador.
- ¿Creéis que ya se ha ido?- susurró Bea, con el miedo en sus oscuros ojos de gótica (queda más impresionante tener los ojos oscuros si eres gótica, está comprobado)
Tras de mí, hallé el valor que me faltaba en forma de regalo de los dioses: Fluffy. Nuestro añorado amigo metálico se encontraba escondido en una de las cajoneras del mostrador. Así que lo aferré, lo extendí y, sujetándolo con la mano derecha, gateé hasta el borde de nuestro improvisado parapeto.
- Se ha ido…- comencé a decir, justo cuando David salía de detrás del mostrador, sin duda para dirigirse hacia la salida. Un nuevo disparo de la máquina le acertó de lleno- Se ha ido haciendo más grande, joder, que nunca me dejas terminar.
Regresé junto a Bea mientras David desaparecía, siguiendo al resto de nuestros camaradas caídos en combate.
- Bueno, Bea. Parece que éste es el final. Y, se me ocurre, ya que vamos a morir a manos de un engendro mecánico… ¿qué tal si…?- mi movimiento de cejas no dejaba lugar a dudas de mis intenciones, y mi tan ansiada respuesta fue un bofetón por parte de mi compañera- Vale, vale, lo he captado. Tú quédate aquí y, en cuanto veas la menor oportunidad, sal corriendo hacia la salida ¿de acuerdo?
Dicen que los héroes nacen en los momentos de crisis. Dicen que salvan vidas, que ayudan a los demás, que se hinchan de valor y gloria ante la adversidad. Pero lo que no te dicen es que te sudan las manos, te tiemblan las piernas y desearías estar en cualquier otro lugar que no fuera ése. Y así me sentía yo cuando salí de un salto de detrás del mostrador.
- ¡Vamos, ven a por mí!- exclamé, comprobando como la máquina pasaba de mi culo olímpicamente y, asomándose tras el mostrador, volatilizaba a Bea en un santiamén- Bueno, no dirán que no lo intenté. ¡Pies para qué os quiero!
Mis zapatillas resonaron en el suelo de madera mientras corría hacia la salida, con las llaves de la tienda en la mano izquierda y Fluffy en la derecha. Si conseguía abrirla lo suficiente para salir rodando por debajo, a lo Indiana Jones, sería libre. Pero aquella máquina tenía otros planes, y con otra explosión en el techo, apareció delante de mí cortándome la única vía de escape.
- Sujeto 3995, ¿adónde crees que vas?- hay preguntas que, estoy seguro, son formuladas con ánimo de joder, simple y llanamente.
- Muy bien, se terminó huir. Somos tú o yo, no hay nadie más. ¡Dejemos que hablen nuestras espadas!- y me lancé a por ella con el bastón de hierro en la mano, en un soberbio salto, al más puro estilo medieval. Que épico todo y que bien hubiera quedado ésa escena en un rol en vivo. Lástima del disparo azul que me congeló en pleno vuelo.
La máquina se tomaba su tiempo, examinándome, todavía algo trémula y estropeada.
- Comienzan las pruebas para todos vosotros, unidad 009. Os desearía suerte, pero no entiendo de ésos deseos humanos. Procurad no morir demasiado pronto, dejándome sin los datos de análisis pertinentes. Que tengáis un buen viaje- y apuntándome con aquella pistola, me disparó a bocajarro. Lo último que contemplé antes de ser volatilizado, fue una intensa luz naranja… y, grabado sobre el fuselaje del robot, el tan conocido logotipo de mi empresa.
Glosario Friki para los “no iniciados”
- Wii Party. Un juego de la Wii (¿A que no lo habíais notado?) que consiste en una fiesta virtual (¿qué sutil es Nintendo con los títulos de sus juegos, eh?). Se trata de crearte uno de los avatares de la consola, o Mii, y participar en un juego de tablero donde, al final de cada ronda de tiradas, sale un minijuego para todos los participantes. Con una cerveza y unas cortezas, planazo del bueno para un fin de semana.
- Monchitos. También conocidos como la droga de la tienda, junto a las latas de Monster. Se trata de una chuchería bastante antigua (si no la has probado, no tienes infancia), made in Spain, consistente en arroz inflado salado (como los cereales del mono pero sin chocolate). Es la dieta básica de un trabajador y vendedor de juegos aplicado.
- Rock Band. Un juego con el que puedes lograr que todos los vecinos de tu bloque de pisos te odien hasta el punto de desear matarte. Se trata de los componentes de una banda, a saber un par de guitarras, una batería y un micrófono, con los que formar una buena orquesta en el salón de tu casa. ¿Quieres sentirte como una estrella musical, o simplemente dar por culo a tus vecinos? Éste es tu juego
- Doraemon. “Ojala mis sueñoooos, se hicieran realidad, se hicieran realidad, porque tengo un montón” Y con ésta alegre tonadilla comienzan las aventuras de Doraemon, el gato cósmico (de gato mas bien poco, porque aparte de ser un robot del futuro, no tiene no cola ni orejas, habla y va a dos patas). En ellas, el protagonista (un niño japonés gafotas, vago y llorón) le pide ayuda constantemente al gato cósmico para que, echando mano de un bolsillo que tiene en la tripa (a modo de marsupial, o sea que me reitero en eso de que de gato, poquito), saque un artilugio con el que facilitarle al vida. Desde gorros con hélices para volar, hasta agua que hace crecer cosas, lapiceros mágicos… en fin, que si veis algún día uno de éstos bichos, recordad lo mucho que os reís con mis historias y lo majo que soy, anda (¿cuela?)
- Koopa Troopa. Uno de los perseverantes esbirros de Bowser, el Némesis por antonomasia de Super Mario. Se trata de una tortuga que, al ser golpeada en el caparazón (viva el maltrato animal si con ello conseguimos milloncejos para la saca ¡yuhuuuu!), deja tras de sí la concha, pudiéndosela lanzar a sus congéneres. Habitualmente, vendrían a ser los masillas de toda película de chinos, de ésos que hay a miles y acaban muriendo vilmente por una causa que no es la suya, coaccionados por un tirano (en éste mundo, en forma de kappa punki que arroja fuego).
- The Walking Dead. Serie de televisión, basada en los cómics del mismo nombre, que trata de… chan chan chan chaaaaaan ¡¡Muertos vivientes!! De tanto verles en masa devorar intestinos de sus histéricas víctimas, con ésos andares tambaleantes, ésas miradas vacuas y ésos cuerpos medio descompuestos, se les acaba cogiendo cariño ¿a que si?
- Mando Move de PS3. Una barata imitación al mando de Wii (¿Se nota mi sangre nintendera, eh?). Consiste en un trozo de plástico alargado, rematado por una bola transparente que se ilumina con colorines mientras juegas. Tiene, sospechosamente, forma fálica. De ahí la connotación sexual de la opción número dos, por si aún no lo habíais pillado, lumbreras.
- Charizard. Se trata de uno de los chorrocientos mil Pokémon existentes ahora mismo. Es un dragón evolución de Charmander, uno de los primeros Pokémon de la historia, bastante moloncio. Como se describe en el anuncio, puede volar, escupir llamas… en fin, un medio de transporte que estaría genial poseer en la vida real, desde luego.
- Pokéball. El artilugio con forma capsular donde quedan guardados los Pokémon mientras sus entrenadores no los usan para combatir entre sí. ¿Y que luego digan que ésta saga de juegos incita al maltrato animal? Tonterías. Yo llevo jugando desde los diez años y nunca… ¡joder, el puto conejo se ha vuelto a escapar! ¡Como te pille verás, cabrón! (es broma, ¿eh? No me denunciéis tan rápido)
- Racoon City. La ciudad, por excelencia, de la saga de juegos de Resident Evil. Como podéis imaginar, plagadita de zombies y engendros a los que freír a balazos mientras huyes como un gamo, en busca de un helicóptero o tren que te saque de ése dolor constante de corazón.
- Rapture. La urbe subacuática de la saga de juegos del Bioshock. Se trata de un lugar utópico, donde se pretendió que nadie gobernara (como dice su creador: ni dioses ni reyes, sólo hombres). La cosa iba bien hasta que se les fue la mano con una sustancia que creaba drogodependencia, y a todos se les fue la olla demasiado, convirtiendo la urbe en un compendio de ruinas acuáticas llenas de maníacos esquizofrénicos y monstruos.
- Liberty City. La ciudad más famosa dentro de los juegos de Grand Theft Auto. Rebosa de vandalismo, robo de coches, drogas, prostitución, mafias varias… en fin, todo un compendio de oportunidades para medrar en el mundillo gánster y no morir (o morir repetidas veces) en el intento.
- Crash Bandicoot. Personaje de la saga de juegos de Naughty Dog con el mismo nombre, consistentes, por simplificar, en el Super Mario de Sony. Se trata de un marsupial de las antípodas, humanizado, y con ojos de loco que va dando saltitos y recogiendo manzanas mientras muere de muy variadas formas. Son adictivos de la leche, los jueguecicos, y más de un verano me he pasado enganchado a la playstation 1 viciándome con ellos.
- GLaDOS. Nombre del robot de los juegos Portal, de Valve, consistentes en usar una pistola de portales para resolver una serie de puzzles en primera persona. Como puede verse en la referencia a dicho artefacto que hago, tiene una especial malevolencia a la hora de cumplir su cometido de experimentar con humanos. Lo mejor, su dulce y metálica voz de mujer, siempre con un tonillo sardónico-humorístico.
martes, 17 de mayo de 2011
Gamers, sus viajes legendarios (Capítulo 1)
Capítulo 1- Entre frikis anda el juego
Madrid. Año 2010. O al menos lo era cuando me levanté aquella mañana. Claro que decir “aquella mañana” en mi situación sería algo incongruente. Pero bueno, es lo que suele pasar en éste tipo de asuntos, que enseguida comienzas a liarte con los tiempos verbales, las horas, los lugares… y no, no estoy hablando de los efectos de una resaca cualquiera. ¡Lo que daría porque se tratase de una simple resaca! Aquello iba más allá, mucho más allá. Pero casi mejor que comience mi historia por el principio, como suele hacerse. Y más concretamente por las diez de la mañana de un Viernes corriente, de un veinticuatro de Diciembre corriente, de una vida corriente… o al menos eso creía yo.
Ante todo, las presentaciones. Mi nombre es Fran, diminutivo de Francisco (odio que me llamen Paco, así que no abuséis de mi paciencia nada mas comenzar mi relato ¿vale? Gracias por vuestra comprensión). Vivo en Madrid desde que nací, hace veinticinco años. Soy alto, moreno, con coleta, uso gafas y tengo algo de sobrepeso, lo cual me da un equilibrio casi perfecto, rollo tentetieso, pues igual… ¿ha colado? ¿No? Está bien, soy un auténtico pato, lo admito. Me gusta escribir (como podéis comprobar), leer, el cine, la música… Pero para ahondar más en mi descripción, baste decir que soy un friki, y orgulloso de ello. Vamos, que me encanta el rol, el manga, anime, los videojuegos, disfrazarme de cosplay y demás.
¿Qué es un friki, os preguntáis? En serio, ¿es broma, no? ¡Pero si últimamente estamos hasta en la sopa! Somos como el mismísimo virus T de Resident Evil, infectando a los pobres humanos, solo que en vez de apetito por la carne humana, provocamos otro tipo de reacciones. Para que os hagáis una idea, os pondré unos cuantos ejemplos prácticos:
- Una compañera de la oficina se acerca a ti a mediodía y te dice: Aiya, ¿meralyë matië? (Hola ¿te apetece comer?). O está hablándote en élfico o le acaban de practicar una endodoncia bastante agresiva. Si es lo primero, enhorabuena, tu compañera es friki.
- Si estás con un grupo de amigos de juerga y, al ver pasar a una tía buena, uno de ellos suelta algo como: “Joder, a ésa se la clavaba yo mas hondo que Sephiroth a Aeris”. Tranquilo, quizás sea normal que no lo entiendas. Estás escuchando comentarios frikis.
- Si ves que tu hermano le grita cosas como “¡Arañazo!” o “¡Triturar!” al gato, tu padre se entretiene en blandir una linterna encendida a modo de espada, haciendo ruidos con la boca, tu madre te sirve para cenar unas lembas con un poco de hidromiel y tu abuelo intenta atraer hacia si una cuchara con los movimientos de sus manos, solo tienes dos opciones. O salir corriendo y huir a un lugar apartado, dejado de la mano de los dioses, o unirte a nosotros. Te advierto que la segunda es mucho mas divertida, al menos a la larga.
Tras éstas situaciones cotidianas que a todos nos pueden ocurrir, continuemos con el hilo de la historia. Aquella mañana me dirigía, como siempre, a mi lugar de trabajo: la tienda GAME, en la calle Preciados. No hay lugar más idóneo para alguien como yo que una tienda de videojuegos. ¿Qué hay mejor que vender algo que te gusta? (aparte de vivir en la mansión Playboy, o ser el Emperador del Mal, se entiende). Y parece una tontería, pero le acabas cogiendo el gustillo.
Comienzas con un simple juego, el tetris por ejemplo, viendo como la madre de turno se va tan contenta con su Nintendo DS y el juego. Luego vendes un par de Call of Duty, unos poquitos Pokémon, pasando por un Final Fantasy o un Grand Theft Auto. Todas esas miradas, ésas sonrisas satisfechas, viendo como los clientes se van de la tienda con menos dinero en el bolsillo y menos vida social en las próximas horas. ¡No tiene desperdicio! ¡Y lo mejor de todo es que no te sientes culpable porque hace tiempo que tú mismo caíste en el vicio! De hecho, lo verdaderamente peligroso de mi trabajo, y sobre lo que deberían impartir un cursillo de prevención de riesgos laborales, sería el “cómo evitar dejarte la mitad del sueldo en el producto de la propia tienda”. Realmente insano, os lo digo yo.
Pues bien. Una mañana más, al menos en apariencia, pero por suerte aquél día nos íbamos a reunir toda la plantilla de la tienda al completo. Con motivo de la Nochebuena, las ventas se iban a disparar, y necesitábamos el mayor número de efectivos en la cruenta contienda contra el destino que se avecinaba (¡groaaarg! ¡que épico todo!) Y eso equivalía a casi doce horas de trabajo, sí, pero al menos tendríamos nuestras buenas dosis de cachondeo (y no, no nos íbamos a reír de los clientes, faltaría más… bueno, al menos no todo el rato…)
Al parecer era el último en llegar. Incluso mi hermano se me había adelantado. Normal, si yo durmiera en casa de la novia, la cual está a diez minutos del centro, en lugar de casi una hora de viaje en transporte público, también llegaría a tiempo. Allí estaba, por ende, el elenco completo de dependientes. Para que os situéis un poco más en ésta historia, que cual arenas movedizas os va atrapando, os adjuntaré a continuación un breve apartado con descripciones (¿en qué otro relato habéis visto algo tan original que no sea en un cómic o manga? La ostia, ¿eh? Ya me daréis las gracias, no os preocupéis).
- Sebas, mi hermano. Muchos habréis visto la película de los Gremlins, espero. Estaba el adorable y regordete Gizmo, con esa bondad característica que te llegaba al corazón. Pues bien, os permito pensar por un momento en mí como si fuera Gizmo. ¿Imagen mental, lista? Ahora romped una de las tres reglas de oro de éstos bichos y dadle de comer después de medianoche. O mejor, dadle de fumar un poco de la hoja conocida como “Cannabis sativa” (o marihuana, para que nos entendamos). Ahí tenéis una imagen mental de mi hermano. Cinco años menor que yo, gamberro como él sólo, con ropas de hip hop, rastas, bien fibroso y guapete (lo siento chicas, está cogido. Pero yo sigo soltero ¿eh?) y amante de las respuestas directas casi tanto como de… en fin, por la integridad del escrito y joder un poco a los censores, llamémoslos “canutos de la alegría”. Pese a todo, no lo cambio por nada. Hacemos una pareja cojonuda, complementándonos al cien por cien, rollo C3PO y R2D2 (solo que ni yo tengo pluma ni él puede desconectar trituradores de basura desde una terminal informática).
- César, el cantautor. Probablemente el dependiente más eficiente y, a la par, mas desubicado de la tienda. Eficiente porque consigue su objetivo, ya sea que alguien compre un juego de segunda mano o haga una reserva, como que una mujer acabe dejando sus marcas de territorio en su cuello. Desubicado porque, contra todo lo que podáis pensar, no le gustan demasiado los videojuegos. Pero como la vida es larga y dura (¡pues chúpame la vida! Jaja, chiste fácil con connotación sexual) y los pisos de alquiler no llueven gratis del cielo, cualquier lugar es bueno para ganar dinero. Eso hasta que su talento musical le catapulte bien alto, cuando con su guitarra y su voz se encuentre en grandes fiestas en Miami, rodeado de supermodelos y alcohol, y de su buen amigo Fran cerca como representante, manager, catador de comida, bebida y mujeres… lo que haga falta, vaya.
- David, (“¡Arriba el Estudiantes!”) maestro Kenobi. Uno de mis mas viejos camaradas en el frente de batalla videojueguil. Todavía recuerdo cuando, nada más conocerle, ya me estaba informando de los cotilleos internos de la tienda. A veces tengo la impresión de que tiene oídos y ojos en todas partes, lo cual hace que me resulte extrañamente sospechoso el hecho de que haya colocado varios posters del Estudiantes en distintos puntos estratégicos de la tienda. ¿Simple homenaje a su idolatrado equipo de baloncesto, o complot secreto para dominar el mundo? Un buen chaval que sabe en todo momento donde va tal cosa, donde se encuentra tal otra, cual es el rango de Mace Windu dentro del Consejo Jedi o en qué número de Marvel, Masacre dice una frase concreta. Como veis, no es de extrañar que sea el sub-encargado de la tienda. Y vosotros que pensabais que ésta historia no iba a adentrarse mucho en el mundillo friki…. angelitos…
- Ricardo, Mr. Mancuernas. Si hay algo sin lo que Ricardo no podría vivir, serían tres cosas: las pechugas braseadas de pavo Findus, un par de mancuernas y, como no, sus adoradas series de televisión. Jamás he conocido a un colega al que le encantan tanto las series. Desde “Fringe” hasta “Espartaco”, desde “Sobrenatural” hasta “True Blood”, desde “Falcon Crest” hasta “Amar en tiempos revueltos” (vale, puede que éstas dos últimas sean algo exageradas, más que nada porque en la primera ni había nacido). Eso, sumado a su afición por el gimnasio y la dieta (para que luego digan que estoy gordo porque sí, de eso nada. Lo hago para que la gente no nos confunda a él y a mí, como es natural), y su parsimonia y calma a la hora de tomarse las cosas, hacen de él un miembro fundamental del equipo. Y lo que me río con él, que cojones, que es la mejor compañía para una tarde soporífera de domingo.
- Javi, el otaku vocingleras. A veces creo que algunas personas son grandes porque necesitan serlo. Es el caso de Javi. Parece que su corpachón sea de tales medidas para poder retener el vozarrón que gasta. Si Saruman lograba mover aludes con sus hechizos, creo que Javi podría conseguirlo metiendo solamente cuatro berridos. Grandote y buenazo, siempre dispuesto a evitar los problemas, aunque eso le lleve a veces a disculparse reiteradamente por cosas que no son tan graves como el piensa (¿Qué se te ha caído una Xbox 360 encima del perro de una señora? ¿Sigue respirando? Pues entonces no es tan grave, ¿no crees? Y si no que lo hubiese dejado fuera, no te jode…). ¿Y de donde viene lo de otaku? Un otaku es una variedad de friki especializada en el manga (cómic japonés) y anime (serie de dibujos japonesa). Para que luego crean que sólo hay rangos y divisiones en el ejército. Cuando decae la marcha, sé que siempre puedo contar con él y con algún opening cañero de One Piece. Por descontado.
- Jose David, el piticli bonico. Igual de grandote que Javi, pero criado en la costa de Marbella. La gracia y el donaire le viene de serie, razón por la que desde hace un año y pico se ha apuntado a un curso de doblador (de voces, que no de vigas como Bender). Para él, poner voces es tan sencillo como para mí el tocarme la nariz con la punta de la lengua (una habilidad estúpida que en determinados círculos y situaciones, sobre todo con algo de alcohol en sangre, puede resultar de lo más aparente. Invitadme a un par de copas y lo veréis). En varias ocasiones lo ha demostrado rebautizando los nombres de los videojuegos en un lenguaje japonés inventado, o llamándonos “zorras” con voz de vieja por el walkie, desde el almacén de la tienda, o gritando frases tan épicas como “¡Soy la bella Easooooo!”, desde el segundo piso del almacén, con la tienda llena de gente. ¿De donde viene lo de piticli bonico? De un sketch de Enjuto Mojamuto, un personaje de la serie Muchachada Nui, rebosante de gags estúpidos que hacen gracia a la gente estúpida que hace estupideces (que conste que yo no los veo. ¿Por qué lo llamo piticli bonico? Pura coincidencia, la verdad. Lo juro. En serio).
- Raúl, the “big boss”. Todo barco necesita un capitán. Toda villa necesita un Brujo. Todo grupo de Dungeons & Dragons necesita un pícaro. Toda mujer necesita un Fran en su vida (hecho científico real, comprobado). Y toda tienda, naturalmente, necesita un jefe. Éste es Raúl, el mejor encargado que uno podría desear jamás. Al principio impone un poco con ésa barbita de chivo maquiavélica, esa vena en la frente que se le hincha cuando le tocan los huevos demasiado, o ésa relamida de labios y frotamiento de manos cuando llega un juego de rol de ordenador excesivamente difícil de encontrar. Pero conforme le conoces, te das cuenta de que sólo es fachada… en realidad por dentro es mucho mejor (o peor, según se mire). Mi primer gran descubrimiento sobre él fue cotillean… comprobando el cuaderno de tareas que llevaba a las reuniones de encargados de tienda, encontrando toda una serie de mapas de partidas de rol, con abundantes descripciones de puntos de experiencia, objetos, aldeas y demás. De ahí a hablar de “Geralt de Rivia”, “Canción de Hielo y Fuego” y tomarnos unas cañas en el bar de la esquina, tan sólo un paso. En resumen, un tío de puta madre (que conste que no es peloteo ¿eh? Bueno, quizás un poco… nah, no creo que se dejara engañar tan fácilmente ¿o si?)
Y pasemos ahora a los empleados temporales con los que contamos en la campaña de Navidad, a saber:
- Carlos, el hermano de César, alias “Numero 2”. Tan rubio como su hermano, tan cachondo como sólo los Canarios pueden ser. Al principio le cuesta soltarse el pelo (y eso que lo tiene corto) pero conforme avanzaba la campaña de Navidad, se integraba que daba gusto verle. Mas formalito que su hermano (¿por qué será que los hermanos somos para algunas cosas caras opuestas?) pero no demasiado, habida cuenta de lo que le gusta poner voces, imitar a sus compañeros (nos ha salido graciosete el nene ¿eh?) y seguirnos el rollo a su hermano y a mí cuando nos ponemos a simular trailers de películas que, en nuestra opinión, deberían hacerse (como “Los Fruittis 2, la Venganza de Pincho”).
- Pilar, la “gorda” (según Sebas), mi cuñada (según yo). La novia de mi hermano, rubia, muy simpática y con una sonrisa perenne en la cara (en serio ¿qué hace con mi hermano? Hay cosas que el hombre no está preparado para conocer) Una chica que, gracias a los cielos, le ha puesto los pies en su sitio al cabra loca de Sebas, haciéndole entrar en razón, seguir la senda correcta y saber cuando hay que desviarse por el camino para compartir un “canuto de la alegría”. Personalmente, no la aguanto, pero como vive con nosotros tengo que hacer de tripas corazón y fingir que me cae bien. Pilar, si estás leyendo esto, que sepas que es una broma. En serio, es una chica genial, que tan pronto le mete una colleja a mi hermano, como le muerde, como le vuelve a pegar (ah… amor, divino tesoro…) y, entre medias, se quieren, se aman, se dan besitos y se dicen cuchuflerías (que empalagarían al mismísimo Winnie The Pooh).
- Bea, la gótica (no es una emo). La última chica del grupo. El contraste entre el polo negro y morado de la empresa y la faldita a cuadros, con cadenas colgando y botas de puntera metálica que lleva habitualmente, es espectacular. Bea no necesita el walkie para hacernos saber que se acerca con el juego que le hayamos pedido traer del almacén hasta el mostrador. Basta con llenar un vaso de agua, dejarlo sobre una superficie plana y, al modo de Jurasic Park, las botacas heavys harán el resto. Guapilla y cariñosa, divertida y (¿lo habéis adivinado? ¿Si?) friki también, el único “defecto” que posee es el hecho de tener novio. Nadie es perfecto ¿verdad? Y como en nuestra tienda adolecemos de ser unos integristas natos, nada mejor que poner una gótica en tu vida. Las caras de las madres, de compras navideñas, al verla llegar preguntando con una sonrisa solícita si puede ayudarles en algo, mientras la luz de los focos reverbera sobre los pinchos de sus pulseras y collar, es algo que ni con una Visa Oro podría pagarse.
Como habéis podido comprobar, somos un grupo al que nos une, en mayor o menor medida, las aficiones frikis que todos tenemos (partiendo de la base, lógicamente, de que vendemos videojuegos en pleno centro de Madrid). Pero esto es tan sólo la introducción al verdadero relato, a la extraña historia que, dando un inesperado giro, os descolocará totalmente en los siguientes capítulos. Y es que, como os hacía entrever al principio, ésta historia va mucho más allá de una narración de una vida normal y corriente. Ésta historia que estáis por leer está llena de aventuras, de tramas complejas, de diversión, de lágrimas (de risa, espero), de amor (por las ediciones limitadas) y de un sinfín de vivencias que podrían superar, incluso, a éste nutrido grupo de frikis. Pero no deseo adelantarme a los acontecimientos más de la cuenta. Así que seguid leyendo, y veréis a qué me refiero cuando desearía no haber hecho lo que hicimos aquél día.
Glosario Friki para los “no iniciados”
Mi intención al final de cada capítulo es hacer una recopilación de los términos que, por vuestra incultura general, (que no por mi amplia dosis de frikismo, faltaría más) no hayáis logrado comprender. Pasito a pasito, y migaja a migaja, os daréis cuenta como comenzáis a hablar en japonés y a buscar Pokémon por el alcantarillado de vuestra ciudad. Ya lo veréis, ya.
- Friki. Una persona con aficiones “excéntricas”, podría decirse. Tales como jugar al rol, leer manga, ver anime, videojuegos, cómics… y un largo etcétera. En contra de todo lo que pueda parecer, ni estamos (excesivamente) locos ni vamos matando personas por la calle (todavía).
- Tentetieso. Curioso juguete, generalmente infantil (aunque soy el primero que se ha dedicado a intentar tumbarlo con golpecillo durante horas) que consiste en un muñeco con una base redonda en cuyo interior hay colocado un contrapeso. Esto hace las delicias de los niños (y de algunos adultos, como ya he dicho), que se pasan horas intentando volcarlos, sin éxito.
- Rol. Adoptar un rol es adoptar un papel determinado en una simulación. En éste caso, y en el ámbito friki, el rol consiste en un juego en el cual te creas un personaje ficticio, te metes en su piel (no literalmente, por los dioses) y adoptas su forma de ser, hablar y demás. Generalmente hay dos grandes grupos de rol.
El rol de mesa, que se lleva a cabo por medio de unas fichas de personaje donde se apunta la fuerza, la habilidad del personaje para hacer tal o cual, sus objetos y demás, decidiendo por medio de una gran gama de dados de muchas caras (desde tres caras a veinte) si una acción que deseamos hacer, imaginariamente hablando, sale bien o mal, o de qué forma. Una persona del grupo va creando la historia, narrándola, y actúa como moderador de la misma (se llama master). Siempre es divertido hablar o imitar al personaje en sí, para darle credibilidad al asunto.
El rol en vivo. Como el de mesa, solo que aquí la gente se disfraza de su personaje, se montan partidas en albergues, pueblos y demás, y durante días interpretas, a modo de un actor improvisando, a tu personaje. Lo mejor para evadirse unos días de la vida mundana y dejarse llevar a mundos de fantasía.
- Manga. Cómic japonés. Generalmente la forma de leerlo consiste, a diferencia de la cultura occidental, en hacerlo de atrás hacia delante y de derecha a izquierda.
- Anime. Dibujos animados japoneses. Muchas veces están basados en el manga del que ha salido la idea original.
- Disfraz de cosplay. Viene de la palabra “costume” (disfraz en inglés) y “play” (jugar). Estos disfraces se suelen preparar para eventos frikis como salones del manga o del cómic. Consiste en disfrazarte de un personaje de manga, anime, videojuego y demás e ir al evento de ésta guisa, posando y haciéndote fotos con la gente a la que le gusta tu disfraz. Se organizan incluso concursos que votan el mejor disfraz y la mejor actuación con éste puesto sobre un escenario. Todo un mundillo donde adentrarse si te llama la atención.
- Virus T de Resident Evil. El virus de una popular saga de videojuegos en los que el elemento central son los infectados/zombies/mutaciones causadas por dicho parásito viral. Son juegos con toques de terror en los que encarnas a policías y patrullas especiales que llevan el orden y la erradicación de éstos monstruos a punta de pistola. Ideales para pasar una noche de tormenta solo en casa.
- Élfico. El quenya, o idioma de los elfos. Inventado por el autor de El Señor de los Anillos, Tolkien. Los elfos son un pueblo de los bosques, altos, de orejas puntiagudas, respetuosos con la naturaleza y muy buenos arqueros.
- Sephiroth y Aeris: Personajes de la saga de juegos Final Fantasy. Sephiroth, el malo de turno, en un momento dado ensarta con su enorme espada samuráis a Aeris, la enamorada del protagonista, matándola. Ésta resolución fue duramente criticada en su día, y aún hoy escuece a muchos frikis. Procura no sacar el tema demasiado cuando te halles entre nosotros, que la herida sigue abierta.
- Tetris. Videojuego consistente en unas fichas con determinadas formas que van cayendo por la pantalla, de tal modo que debes colocarlas para encajarlas y que se vayan eliminando al formar líneas. Así, ganas puntos y evitas que la montaña de fichas llegue a la parte superior, momento en el que acaba la partida. Como dato curioso diré que no conozco todavía a una persona que haya batido el récord que posee mi madre (y es que lleva jugando desde que yo tenía unos ocho o nueve años, toma ya).
- Nintendo DS. Videoconsola portátil de Nintendo, consistente en dos pantallas, una encima de otra, siendo la inferior táctil. Con una amplia gama de videojuegos, es la mejor opción tanto para pequeños, como grandes, como ancianos, como nintenderos infames como yo. La podéis encontrar de segunda mano por precios muy competitivos en tiendas especializadas (¿y adivináis quién os la podría vender con una amplia sonrisa, más si sois chicas de buen ver?)
- Call of Duty. Un shooter, o juego de disparos. Una popular saga de videojuegos consistente en disparar a los soldados enemigos, viéndose tan sólo en la pantalla las manos de tu personaje y el arma de rigor. Tiene una amplia aceptación entre el público, sobre todo su modo online en el que puedes conectarte a Internet desde tu consola y pegarte de tiros con tus amigos (un sano entretenimiento, y si no que se lo digan a mi hermano Sebas)
- Pokémon. Saga de juegos de Nintendo consistentes en capturar un montón de criaturas, hacerlas pelear entre sí, fortaleciéndolas, para vencer a otros entrenadores de Pokémon, ganar medallas y competiciones (tanto dentro como fuera del juego). El afán de coleccionismo y de superar a los rivales con una estrategia de combate hacen que sea un juego record de ventas en todo el mundo (y uno de mis juegos favoritos, por descontado).
- Final Fantasy. Saga de videojuegos de rol japoneses, en los que manejas a un grupo de personajes de corte, generalmente, fantástico- medieval, internándote en una historia con una trama llena de aventuras, batallas y viajes. Algo como éste relato, pero más interactivo. Y más caro, que esto es gratis de momento. Por descontado.
- Grand Theft Auto. Videojuegos (¿Qué raro, eh? Venga, si ya os estáis acostumbrando, que lo sé yo) en los que manejas a un pandillero o mafioso que cumple misiones en una gran ciudad. Robas coches, matas pandilleros, traficas con drogas, prostitución… en fin, toda una variedad de lo más educativa. Lo mejor es contarle de qué va el juego que la tierna abuelita está a punto de comprarle a su travieso nietecillo, el cual, naturalmente, ha obviado algunos detalles de la trama. Son las pequeñas delicias de la vida laboral.
- Gizmo. Un gemlin. Una pequeña criaturilla peluda, de grandes ojos y orejas de murciélago, de aspecto simiesco, adorable toda ella. Protagonista de dos películas de los años 80/90. Las tres reglas de oro que había que cumplir con el bichillo eran las siguientes.
No les gusta la luz del sol. Le tienen pánico, les hace daño.
No puedes mojarlos. Si les cae agua, se multiplican.
No puedes alimentarlos después de la medianoche. Si lo haces, se transforman en su versión macabra, con piel escamosa y muy mala leche. Toda una pandilla de cabrones gamberros que provocan accidentes de tráfico o te intentan atropellar con una excavadora.
- C3PO y R2D2. Androides de la saga de películas de “La Guerra de las Galaxias”. C3PO es un robot de relaciones cibernéticas-humanas, como a él mismo le gusta recordar constantemente con su verborrea. Torpe y cobarde, hace un gran contraste con el aventurero de R2D2, pequeñajo y cabezón, que más de una vez salva el culo de los protagonistas de las películas entre pitidos y chillidos que sólo C3PO parece entender (algo como lo que a veces me pasa a mí con mi hermano, vamos. Sobre todo cuando no ha dormido demasiado)
- Maestro Kenobi, Mace Windu. Personajes de la Guerra de las Galaxias. Son maestros Jedi. Los Jedi son algo así como los paladines del futuro, los defensores del bien y de la paz en toda la galaxia. Van vestidos con túnicas monacales y pelean con sus sables de luz (que cortan todo menos otro sable) y usando la Fuerza (unos poderes que sirven para mover o repeler cosas, saltar más alto, dominar mentalmente a otros, y un largo etcétera)
- Marvel. Compañía de cómics americanos que desde hace años ha ido creando personajes y superhéroes tan carismáticos como Spiderman, los 4 Fantásticos, los X Men y demás.
- Masacre (Deadpool en inglés). Personaje de Marvel. El mercenario bocazas, como él mismo se denomina. Va ataviado con ropas de color rojo y negro y una máscara que oculta su verdadera personalidad y sus cicatrices. Posee grandes dosis de sarcasmo y humor negro, siendo uno de los “villanos” Marvel más admirados.
- Fringe. Serie de televisión americana en la que un grupo de personas de una división gubernamental investigan una serie de experimentos llevamos a cabo por un doctor que ha estado recluido en un manicomio durante años. Se le da un aire a Expediente X.
- Espartaco. Serie americana que narra la historia de Espartaco, el gladiador y revolucionario romano, bajo una perspectiva con más connotaciones sexuales, vísceras, sangre y traiciones. Una serie cojonuda, como podréis imaginar.
- Sobrenatural. Serie sobre unos hermanos que se dedican a recorrer EEUU en busca de fenómenos paranormales tales como monstruos, fantasmas, vampiros, demonios y demás para detenerlos/acabar con ellos.
- True Blood. Serie sobre la aceptación de los vampiros, desde que éstos salieron a la luz, en un pueblo de Luisiana, y de su relación con una camarera del villorrio con poderes telepáticos. Rebosa escenas de sexo y sangre a raudales.
- Saruman. Un mago malvado de “el señor de los anillos”, contrapunto a Gandalf, el mago que ayuda a los protagonistas a cumplir su misión. Entre muchas de las putadas que les gasta (porque son putadas, para qué vamos a dulcificarlo) intenta enterrar al grupo bajo un alud de nieve.
- Xbox 360. Videoconsola de Microsoft, de nueva generación, en alta definición y con un amplio catálogo de juegos. Le hace la competencia a la Playstation 3. Es grandecita, cuadrada, y el modelo antiguo pesa un poco bastante (lo justo para aplastar a un caniche o chihuahua).
- Opening. Canción del inicio de una serie.
- One Piece. Serie manga/anime de gran popularidad en todo el mundo. La historia va sobre unos piratas en un mundo acuático y su viaje a través de varias islas en busca del One Piece, el tesoro que en su día escondió el legendario Rey de los Piratas.
- Bender. Personaje de la serie Futurama, de Matt Groening, creador de los Simpson. Es un robot malhablado, ladrón, alcohólico e irreverente, cuya función principal antes de hacerse mensajero, era doblador de vigas.
- La Bella Easo. Marca bastante conocida en España de sobaos, magdalenas y demás. ¿El por qué lo gritó Jose David en el almacén aquél día? Es todo un misterio que aún sigue provocando risas en su recuerdo.
- The big boss. El gran jefe, en inglés. Nombre deferente con el que bautizamos, en tiempos pretéritos, a Raúl. Homenaje también a la saga de videojuegos de Metal Gear Solid, a la que es muy aficionado.
- Dungeons & Dragons. Juego de rol (Dragones y Mazmorras) muy popular, creado por Gary Gygax, consistente en un mundo de fantasía medieval, en el cual puedes crearte desde un caballero, un mago, un pícaro (un personaje que se mueve con sigilo, en las sombras, tiene mucha agilidad y afinidad con lo que no es suyo, sobre todo si está guardado bajo llave).
- Puntos de experiencia. Puntos que se ganan en las partidas de rol al pelear, llevar a cabo determinadas acciones, viajes, etc… Sirven para subir de nivel al personaje, pudiendo aprender nuevos ataques, hechizos, habilidades y demás.
- Geralt de Rivia. Saga de libros de épica medieval del autor Andrezj Sapkowski, en los que, como protagonista, está Geralt, el brujo. Un brujo es un mercenario que recorre el mundo en busca de misiones, generalmente aniquilación de monstruos, a cambio de dinero. Normalmente hacen uso de pociones que les dotan de habilidades sobrehumanas, y de conjuros (o señales) para expeler fuego o viento.
- Canción de Hielo y Fuego. Popular saga de libros de épica medieval (y recientemente, serie de televisión) del autor George Martin. Su gran atracción consiste en contemplar toda una lucha de poderes entre las distintas casas y reinos del mundo, a la par que se introducen elementos de fantasía como dragones, no muertos, gigantes y demás. Todo ello narrado con un estilo lleno de realismo y crudeza.
- Numero 2. Referencia a las películas de Austin Powers, filmes de humor que parodian a sagas de agentes secretos como James Bond. Numero 2 es el subalterno del villano, el doctor Maligno, voz que en España fue doblada por Florentino Fernández, y que a Carlos le sale calcada.
- Los Fruittis 2, la Venganza de Pincho. Trailer parodia que nos hemos ido inventando, referencia a ésta popular serie de dibujos españolas. En ella, años después de las aventuras vividas por los Fruittis (frutas gigantes que hablan y caminan), Pincho el cactus se vuelve loco y asesina a humanos, momento en el que el gobierno busca a Gazpacho la piña y a Mochilo el plátano que, como ex agentes federales vuelven a estar en activo para detener a su antiguo compañero de equipo. Ah, y Kumba, la niña que iba con ellos, aquí es una streapper enganchada al “polvo de fresa”. ¿A qué sería genial una película así? Tiembla, Hollywood.
- Winnie The Pooh. Osito de peluche de Disney que, junto a sus amiguitos, vivía aventuras en el Bosque de los 100 Acres. Tan podidamente empalagoso como los litros de miel que engullía el muy… Se nota el amor que le tengo ¿eh?
- Emo. Variedad de grupo urbano, parecido a los góticos por su manera de vestir de colores apagados. Van maquillados con ojeras y el pelo sobre los ojos. Su imagen suele ser la de estar tristes por todo, melancólicos, doloridos… en fin, la alegría de la fiesta, vamos.
- Jurasic Park. Popular película de Steven Spielberg, cuyo tema central era un parque temático con dinosaurios reales resucitados por medio del ADN de mosquitos fosilizados. Al final, los bichitos se escapaban llevando el caos y la masacre por toda la isla. La escena a la que hago referencia es una de las más emblemáticas, cuando siempre que se acerca el Tiranosaurio, se ve como sus enormes pisadas hacen temblar una superficie de agua como un vaso de agua o un charco, en los llamados “temblores de impacto”.
- Ediciones limitadas. Como un reclamo para patos, pero para frikis. Ya sea un videojuego, serie, cómic, muñeco coleccionable y demás, una edición limitada es como la Piedra Roseta. Debido a su escasez de unidades a nivel mundial, poseer una es como una medalla de honor en tu historial friki.
jueves, 28 de abril de 2011
Torrijas y rosquillas en Fuentealbilla (2ª parte)
Pero no revelaré más aquí, dado que prefiero anotarlo todo (al menos mentalmente) para subir una entrada del blog resumiendo a lo que me refiero. Baste decir que, cuando el mundo requiere héroes (aunque sea para salir de farra), el destino los convoca. De momento, quedaos con ésta nueva entrada de mis aventuras por tierras manchegas y descubrid al peor enemigo de un paladín, alguien capaz de agotarle hasta límites insospechados y, a pesar de todo, sonsacarle una sonrisa: un primo pequeño de tres años de edad. ¡Disfrutad!
De experiencias de niñero, parques infernales y loros brasileños
El día siguiente a mi llegada al pueblo, no hubo tiempo para dormir. A las ocho de la mañana ya estábamos de nuevo despiertos para ir a pasar el día a Albacete, donde residen mis tíos. Tras media hora de coche, llegamos al destino.
Albacete, para todos aquellos que no lo hayan visitado nunca, es una especie de ciudad rural. No llega a ser una ciudad con el movimiento de Madrid o Barcelona, pero tampoco posee la quietud de un pueblo. Siguiendo los preceptos de Aristóteles, y todo aquello de que “en el término medio está la virtud”, Albacete sería una urbe llena de virtuosismo.
Mientras mis tíos, mi prima, madre, hermano y la novia de éste se iban a un mercadillo conocido como “los Invasores” (invadir, invaden, todo sea dicho. Es una especie de Rastro a la provinciana, aunque según parece con el mismo número de “mangantes” por metro cuadrado), mi padre y yo nos fuimos al parque con el benjamín de la familia, mi primo Miguel. Con apenas tres años de edad, es un auténtico torbellino.
Tengo la teoría de que en mi familia, los hermanos mayores solemos ser los tranquilos y sosegados, mientras que los pequeños suelen ser más movidos y traviesos. De momento, mi teoría ha obtenido un 100% de éxito en las tres parejas de primos que somos.
El crío parecía encontrar divertido soltarse de la mano cada dos por tres, haciendo como que cruzaba las calles él sólo a toda carrera. Vale que en Albacete un Martes por la mañana no hay precisamente el tráfico que podría haber en la Gran Vía; vale que el enano sólo intentaba bacilarme, haciendo como que cruzaba para quedarse quieto al inicio de todo paso de peatones; vale que ya iban tres veces que lo hacía pero… volvía a conseguir hacerme correr tras él preocupado, encontrándome con su picaresca risa infantil.
- “Paquico é tonto”- me soltó a la sexta vez que lo hacía, justo cuando llegábamos al parque. Como veis, hasta un niño de tres años consigue tomarme el pelo cuando quiere. Pero era el hecho de intentar pronunciar mi nombre en su vocabulario infantil y darme ésa manita chiquitaja para cruzar la calle, y cualquier acaloramiento que me hubiera hecho pasar se desvanecía por completo. Uno también tiene su corazoncito de paladín, a fin de cuentas.
Finalmente, llegamos al parque conocido como “la fiesta del árbol” (no hay mucha fiesta, pero sí árboles, que duda cabe. Curioso nombre, de todos modos) Un enorme complejo con fuentes, paseos, rosaledas, en cuyo centro se alza una pequeña capea y unas máquinas de ejercicio para adultos, así como los típicos toboganes y columpios de toda la vida. Mi padre, que no está muy fino de la rodilla, se sentó n un banco a escuchar música y pasarse el sexto mundo del New Super Mario Bros, de DS. Así que en mí recaía la responsabilidad de vigilar al renacuajo. Bueno, pensé, ya me he encargado de vigilar a cuatro antes que a ti, no puedes ser tan duro como aparentas. Me equivocaba.
Al principio la cosa fue bien. Tobogán, un método sencillo de ayudarle a subir por las escaleras y a bajar deslizándose. La cosa se complicó un poquito más cuando insistía en bajar de morros o de espaldas, e incluso cuando decidió que subir por la rampa y bajar por las escaleras sería más divertido. A pesar de todo, prueba superada.
Los columpios. Primero empezó sentándose, luego poniéndose en pie y ya cuando intentaba ponerse a la pata coja sobre el columpio, decidí que había llegado la hora de probar otra atracción menos contorsionística.
Ahí llego el momento en el que me di cuenta de que, en materia de parques infantiles, andaba desfasado. En mis tiempos sólo había toboganes, columpios, un caballito con muelle y una rueda. Ahora había otros instrumentos que me hicieron pensar en las salas de tortura de la Inquisición. Para empezar, el crío se dirigió cantando hacia un curioso artilugio con forma de huevo.
- “E adio e mi caza, é pasisulá. Uando huele e hoja, como lo demá. Apáchate, y vueldede apachá…”
Una canción que más parecía un conjuro mesopotámico que otra cosa. Al cabo de un rato me di cuenta de que se trataba de “el patio de mi casa”. Decididamente, deberían poner en asignaturas de libre configuración en la universidad “lenguaje infantil”. Contemplé el artilugio, como decía, con forma de huevo. Me recordó a los asientos que usan en la primera película de “Men in Black”, en el gag humorístico del examen escrito. Al parecer, su función era la misma, como juzgué mientras ayudaba a sentarse en el huevo a Miguel. Me quedé mirándolo, él me miraba, nos mirábamos. Al fondo, unos chavales hacían pases con capotes de torero mientras otro con unos cuernos postizos simulaba al animal, practicando. Mi primo sonreía encantado, esperando algo de mí que no sabía muy bien lo que era.
- Bueno ¿y ahora qué, canijo?- opté por preguntarle antes de parecer más idiota de lo que estaba siendo.
- “Vuedtá, Paquico”- contestó meneándose en aquél huevo de color negro.
¡Por supuesto! ¡Vueltas! ¿Cómo no iba a ser algo tan simple? Todo el mundo sabe que los huevos de color negro en un parque infantil son para que los críos den vueltas sobre ellos, faltaría más.
Haciendo girar el aparato sobre el eje al que se clavaba al suelo, mi primo comenzó a girar riendo, pidiendo que cada vez le diera más velocidad al asunto. Tras un buen rato en el que ríete tú de los aspirantes a astronauta y sus pruebas de centrifugación, detuve el cacharro y ayudé a bajar al niño. Podríamos decir que fue su primera “borrachera”, o al menos algunos de los efectos que se suelen experimentar. No fue dar dos pasos seguidos cuando cayó hacia delante sobre la arena, a cuatro patas, riendo como un loco. Es sorprendente lo mucho que nos gustan algunas sensaciones de pequeño y lo poco que nos hacen gracia cuando crecemos ¿a quien, si no, le gusta estar mareado hasta el punto de no poder andar recto?
Tras aquello, mi primo juzgó que los cacharros de niños se le quedaban pequeños y decidió intentarlo con algunos de los aparatos para gimnasia de mayores. Así que allí me encontraba yo, exprimiendo mis grandes dotes de imaginación para que el enano pudiera disfrutar de más tiempo de ocio sin hacerse daño. De tal modo que opté por subirlo a un cacharro simulador de esquí, poniéndolo de pie sobre uno de los lados mientras yo hacía girar los pedales para que se balanceara. Nos pusimos luego en un aparato para hacer girar las caderas, en el que él encontró más divertido sentarse mientras yo, con mi propio esfuerzo, le hacía girar de lado a lado.
Al cabo de casi otra media hora de ejercicios varios, acabé reventado junto a mi padre, mientras mi primo brincaba sobre mis rodillas.
- “Má, Paquico, má”- gritaba una y otra vez, con voz aguda y risillas excitadas.
- Papá. ¿No va siendo hora de que nos tomemos un aperitivo?- pregunté, suspirando.
Mientras nos bebíamos una coca-cola y degustábamos un plato de magra con tomate (que había que ver lo salvaje que era el niño, engullendo los trozos de carne como si no hubiera un mañana), reflexioné sobre lo acontecido llegando a dos conclusiones: lo cansado que era ser niñero y las salidas laborales de diseñador de parques infantiles.
Regresamos al piso de mis tíos, en cuyo viaje de vuelta el canijo aprovechó para seguir tomándome el pelo, ya con menos ahínco debido a que se había hinchado a base de bien en el bar. Como aún no habían vuelto los demás, compramos el pan y nos dispusimos a esperarlos.
- “Dibujo. Tero dibujo”- anunció Miguel con una amplia sonrisa, digna de Vitaldent.
Dibujos. Una temible palabra en boca de un niño. Todos sabemos (o deberíamos saber) que, cuando un crío pide dibujos, no hay razonamiento posible. Ya puede ser la hora de que se vaya a la cama, de que coma, de que eche la siesta, de que haya que huir de una horda de zombies hambrientos; da igual. Los dibujos son algo sagrado, el Mesías infantil. Nunca he sido contrario a los dibujos, y aún hoy en día me lo paso en grande viéndolos, pero he de decir que los canales infantiles son un petardo total. Sí, me refiero a todas ésas cadenas que seguro os sonaran, tales como “Clan TV” o “Playhouse Disney”.
En nuestros tiempos echaban buenas series. Series como “Gárgolas”, “Vicky el vikingo”, “Dragones y Mazmorras”, “Patoaventuras”, “Cops”, “Los halcones galácticos” y un largo sinfín que todos recordaréis. Hoy en día no. Hoy en día parece que a los directivos de la televisión les gusta idiotizar a los niños.
La primera elección fue “Pat el cartero”, una serie sin fuste alguno, hecha con una pésima animación que intenta emular a la buena animación de plastilina como “Wallace & Gromit” y compañía. Trataba sobre un ñoño cartero en un pueblo inglés que repartía amor y felicidad (y cartas, como no) entre sus alegres vecinos en compañía de un gato tiñoso. Bodrio a más no poder. Afortunadamente, a mi primo tampoco le parecía gustar, por lo que cambiamos de canal.
“Dora la exploradora”, segunda opción. Las aventuras de una niña sudamericana en compañía de un mono con ojos de Simpson llamado “Botas” (nombre original para un simio que habla y calza botas de punky). La niña viaja de acá para allá con una sonrisa perenne en la cara, viviendo aventuras tan apasionantes como ayudar a un zorro ladrón a descubrir el significado de la Navidad (sí, en pleno Abril). En fin, al menos era un poco más educativo que el primero, pero igual de coñazo.
Finalmente y justo a tiempo (puesto que comenzaba un capítulo de una serie sobre gatitos y perritos de colores chillones que cantaban felices por el campo, la cual no me daba muy buena espina), mi primo decidió ver una película de Disney. Y como casi todas las que tiene se las hemos regalado nosotros, sabía que sería una buena elección.
Así, durante la siguiente hora y media hasta la comida, nos pusimos a ver el Rey León. Tras la comida, me conecté un rato a Internet, momento en el que me puse a ver el primer capítulo de “Juego de Tronos”. Cinco minutos después, ahí tenía a mis primos queriendo jugar de nuevo conmigo. En fin, que puedo decir, ser el primo mayor a veces tiene sus desventajas. De tal modo que sacrifiqué la única opción que se me presentaba en toda la semana de ver tan brutal serie en favor de hacerle pasar a mis primos un rato agradable. e hacerle pasar a mis primos un rato agradable. Ya habría tiempo de los Stark y los Lannister después.
Por la tarde, nos fuimos al cine a ver la película de “Río”. Antes de entrar en la sala, mi madre le preguntó a mi primo si tenía que ir al baño, y parece que le ayudó a superar su indecisión el hecho de que yo si tuviera que ir.
- Ayúdale- me pidió mi madre dejándomelo en los lavabos masculinos.
¿Ayudarle? ¿A qué, exactamente? Acompañé al crío a un baño, y mirándole, le dije la única cosa con sentido que se me ocurrió.
- ¿Necesitas ayuda?- ante todo, un niño es un adulto en miniatura. ¿Para qué complicarse la vida?
- No. “Yo pipi zolo”- informó el enano metiéndose en el baño y bajándose los pantalones. Gracias a los dioses, al final no había resultado tan difícil como había temido. Ya habrá tiempo en otra ocasión de enfrentarme a ése tipo de problemas, a más tardar cuando tenga un crío propio.
Tras el pequeño incidente del baño, entramos a ver la película de “Río”, momento en el que Miguel nos hizo callar a todos, chistándonos, cuando el filme nos arrancaba alguna carcajada de diversión. El canijo se lo tomaba en serio, siguiendo el argumento de la pareja de loros brasileños con auténtico interés. Tras aquello, regresamos a casa y nos despedimos de todos.
En el viaje de vuelta, a pesar de la corta duración, no pude evitar quedarme dormido. Es sorprendente lo mucho que llegan a agotar los críos pequeños. Aún así, dan las suficientes alegrías y satisfacciones como para hacer que, realmente, merezcan la pena y tarde o temprano la mayoría queramos tener algún canijo o canija propios. Y a las malas, si vemos que en algún momento nos superan, siempre podemos pedirle ayuda a “Dora la exploradora” o a Disney, que para eso están ¿no?
Y hasta aquí la entrada de hoy. Curiosa la manera que tienen los niños, tan sutil , de agotarnos la energía. Apenas te das cuenta y, cuando tienes la tan ansiada paz a tu alrededor, notas el desgaste de entretenerlos durante horas y horas. Son como súcubos pequeñitos, los jodíos. Bueno, pues lo dicho, espero que os haya resultado amena, como siempre, la lectura y nos vemos la semana que viene ¡Pasadlo bien!