jueves, 31 de marzo de 2011

Vendiendo juegos (ahora también en 3D) (4ª parte y final)

Otro día mas llega a su anochecer, y me pilla disfrutando de una tarde tranquila frente a mis escritos, disfrutando de todo un elenco variadito de música: desde música tradicional irlandesa hasta pop rock, pasando por el mismísimo Manolo Escobar ("no me gusta que a los toroooos, te pongas la minifaldaaaa"). Ecléctica la cosa, si señor. Y vamos con lo que nos interesa, que es la siguiente parte de mi aventurilla laboral. ¡Que la disfrutéis!

Lo dicho, lo redicho, y lo resumido. Había sido un día de mierda: mucho curro, muchos problemas, mucha gente y mucho dinero en caja (hay que ver lo que jode, a veces, contar billetes que no te pertenecen. Menudo pastizal había allí liado). Pero gracias a los dioses, la odisea del lanzamiento de la 3DS tocaba a su fin, y se notaba en las caras de todos los empleados.
Junto a mí, César tarareaba por lo bajo una de las últimas composiciones de su grupo, mientras Javi y Bea estuchaban juegos.
- Bueno, queridos compañeros, al fin se acabó- informé dirigiéndome hacia la puerta, donde para mi sorpresa hallé a un último par de clientes que querían entrar a comprar algo- Está cerrado- comuniqué señalándome el reloj, donde se marcaban las diez menos cinco de la noche. Como no, después de un ajetreado día de paseo por Madrid, no había mejor momento que venir a la tienda en cuanto acabábamos de cerrar.
- Sólo queremos mirar una cosa- me dijo el chico.
- Y yo solo quiero mirar mi cena en el plato y mi cama- le respondí frunciendo el ceño.
Se trataba de una parejita. La típica situación que había visto en infinidad de ocasiones: parejita de novios que van a comprar ropa para ella y después de una interminable tarde de probadores y trapitos, el chico por fin obtiene el consentimiento para ir a ver juegos. Casi sentía lástima por el chaval. Casi. Pero mi duro corazón de dependiente hastiado no sentía ni padecía más a aquellas horas.
Para mi sorpresa, el destino es a veces caprichoso. Bueno, éso y que de vez en cuando te toca soportar la traición de algún compañero. Mi rostro reflejó la sorpresa cuando se abrieron de nuevo las puertas automáticas, permitiéndoles la entrada a nuestro sancta santórum.
- Cinco minutos, chicos- informó César con la mano en la llave de apertura.
Seguí a la parejita al interior de la tienda, haciéndole señas a César de estrangulamiento, cortadura de cabeza y demás muertes harto agradables. No había que ser muy inteligente para saber interpretarlas, desde luego.
- Tío, ¿¡pero qué haces!?- le pregunté, mirándolo con el ceño fruncido- ¿Es que no tienes ganas de acabar ya el día, que tenemos que aguantar a más clientes?
- ¿Tú has visto lo buena que está la chica? Nunca viene mal alegrarse la vista después de una dura jornada laboral- replicó mi rubio compañero, contando caja. Indudablemente, como nos pasa a todos los tíos, mis ojos se detuvieron en la chica para corroborar la apreciación de mi compañero. Botas altas de cuero, faldita de cuadros, blusita semiabierta, luciendo generoso escote...
- Se te van a salir las bolillas de los ojos, Fran- me informó Javi dándome una fuerte palmada entre los omóplatos que casi tira mis gafas al suelo. Sutilezas entre compañeros, las justas.
- ¡Estucha y calla, melón!- le ordené, sacando a relucir la faceta de rey sin corona que se me ponía a veces, alejándome de aquella obviedad que me había resaltado. Una de las ventajas de la veteranía es el poder. Es como el típico soldado que ha sobrevivido a varias batallas y, a pesar de no subir de rango, todos obedecen y respetan... la mayoría de las veces, claro.
- Bea, tu que impones más, ve a decirles que se larguen a tomar por saco- le dije a mi compañera, que como siempre iba ataviada de cintura para abajo con su faldita y sus medias góticas, y aquellas botazas de puntera metálica tan glamourosas.
- ¿Con ésas mismas palabras?- me contestó enarcando una ceja. Mi rostro le dió toda la respuesta que necesitaba- ¿Y qué es eso de que yo impongo más?
- Hombre, eres heavy, o gótica... o lo que quiera que seas.
- Llámalo inclasificable- añadió César, comenzando a entonar una famosa cancioncilla que se había inventado en honor a nuestra compañera- "Bea es una gótica, no es una emoooo, sale de día, pero se viste de negroooo...."
- Dios, mátame ya...- supliqué alzando la mirada, viendo como la parejita se acercaba con una Playstation 3, unos cuantos juegos de segunda mano, un cable de alta definición... en fin, una última venta ligerita, así, para acabar con un redoble de tambor el día.

Al cabo de casi un cuarto de hora, los clientes se habían marchado y podíamos cerrar por fin la tienda. Una caja perfectamente abusiva, éso sí, y más dinero para los jefazos de "Jugón center", allí donde estuvieran. Me venía a la vente el típico multimillonario, sentado en un sillón de orejas con su copa de coñac, mirando tranquilamente el fuego de su chimenea mientras pensaba en cómo una multitud de escla... de afortunados trabajadores amasaban un dineral para él.
- Bueno, pues se acabó- comentó Bea saliendo del almacén, pillándome "in fraganti"- ¿Pero qué haces?
- ¿Yo? ¿Qué?- contesté procurando ocultar la abultada caja de la 3DS bajo el mostrador- Nada- le puse mi mejor sonrisa de inocencia, virtud, castidad... seamos sinceros, no me salió del todo bien. Nunca he sabido disimular. ¡Pero si hasta silbaba cuando intentaba escamotear de niño un pastel de la alacena de mi abuela! Normal que me pillaran.
- Tanto quejarte de la venta de la consola y, al final, te compras tu una ¿no? Si es que no se puede ser tan friki- rió, la listilla.
- Bueno, no hablemos tan alto que me se de una que lleva en su mochila el librito de Naruto. A ver que va a pasar- respondí intentando juntar los trozos de mi malherido orgullo mientras terminaba de comprarme una nueva y flamante 3DS azul. Si, me había quejado y maldecido durante todo el día, pero al final yo tambien había caído en las garras del consumismo. Que le voy a hacer, si soy nintendero y friki a muerte, ¿no dicen que admitirlo es el primer paso? Y si no, ¡que se jodan! Al menos tengo una 3DS en el bolsillo ¡yuhuuuuu!
- Venga, par de dos. Dejad de hacer manitas y vámonos- apremió César mientras usaba el reverso de un CD como espejo para repeinarse. A saber con quien había quedado, el golfainas.
- Mas quisiera Fran que hiciéramos manitas. Como mucho las hace con su 3DS- Bea me sacó la lengua, en una mueca burlesca. Que encanto de chica... Maldita chivata.Ya te pillaré mañana, ya. Me se de una que se va a colocar las cestas de juegos seminuevos por orden de precio unas cuantas veces a lo largo del día.
Finalmente, salíamos por la puerta, y activada ya la alarma me dispuse a cerrar, cuando Javi dijo una gran frase que se me quedó grabada el resto de la noche.
- ¡Hey, que me olvido mi libro de Malus Darkblade!- exclamó volviendo a entrar en la tienda.
- ¡Javi, no!- avisé, demasiado tarde. Es como cuando en ésas películas bélicas el compañero avisa a su amigo de que no corra, justo en dirección a una mina que lo hace saltar por los aires. Solo que lo único que saltó fue la puñetera alarma.
¿Habéis oído alguna vez a un bebé cuando se pone borrico en el metro o el autobús mientras tú intentas leer o hacer otra cosa que requiera de tu atención? Ahora imaginaos unos trillizos berreantes, unos padres que pasan de ellos por lo cansados que están (lógico, por otra parte), añadirle un poco de reaggeton proveniente de unos amables chavales y sus móviles última generación y, ¿por qué no? los ladridos histéricos de algún adorable perrillo-patada (véase, subgénero canino que puede lanzarse por los aires debido al impulso de un buen puntapié, por jodón). Pues éso sería, mas o menos, el equivalente del sonido de la alarma de la tienda, para que os hagáis una idea.
- ¡Me cago en todo!- exclamé tapándome los oídos mientras me dirigía al panel de control para, introduciendo mi código, apagarla.
- Lo siento- comentó, contrito, Javi, con su libro en las manos- Es que si no, me aburro en el viaje en metro.
- Ya hablaremos tú y yo- el sonido del teléfono interrumpió mi charla- Ya están los de la alarma llamando. ¡Menuda noche, joder, menuda noche!
Descolgué el teléfono y, al instante, me llegó la monótona voz de una operadora.
- Hola, buenas noches. ¿Es la tienda "Jugón center"? Acabamos de recibir aviso de que les ha saltado la alarma ¿va todo bien?- me encantó aquella pregunta. ¿De verdad si alguien entraba a la fuerza en la tienda para robar se creían que iban a coger el teléfono? "Pues sí, va de puta madre. Menudo pastón nos estamos agenciando, así como quien no quiere la cosa"
- Sí, falsa alarma. Ha saltado antes de tiempo, perdonen las molestias.
- ¿Puede decirme la palabra secreta?- admito que se me ocurrieron muchas respuestas, pero aquella no estaba ni remótamente entre ellas.
- ¿Cómo? ¿La palabra secreta?- mi cara debía de ser todo un poema, a juzgar por el descojone de mis compañeros. ¿Qué palabra secreta? ¿Me estaba tomando el pelo?
- ¿Videojuego?- la lógica aplastante. Tenía que funcionar.
- No.
- ¿Perro? ¿Gato?- probemos con algo más simple. Lo clásico siempre triunfa.
- "One Piece". Seguro que es "One Piece"- ayudó Javi, sonriente. Y la cabra tira al monte, como no.
- "Heavy". Di "heavy", Fran- continuó el recochineo Bea. Pandilla de cabrones, ya me gustaría a mi verles en aquella tesitura.
- Prueba con "por favor"- añadió César, meándose de la risa.
- Ésa es la palabra mágica, mamonazo. ¿¡Y si te suelto dos hostias!?- le respondí liberando a la bestia que rugía dentro de mí.
- ¿Cómo dice?- se escandalizó la operadora.
- No era a usted. Mire, señorita. Soy un trabajador de la tienda, ha sido un día muy duro y mis compañeros y yo nos queremos ir a casa. ¿Por qué no llama mañana, cuando esté el jefe, y le pregunta la palabra secreta a él? Yo, francamente, no tengo ni idea.
- Está bien, mañana nos pondremos en contacto con su corresponsal. Que pasen una buena noche- accedió, milagrosamente, la operadora. Se ve que la mujer se había congraciado con otro currifichante como ella. Si en el fondo, todos estábamos en el mismo barco.
- No sabe cuanto se lo agradezco- colgué el teléfono, lanzándoles una furibunda mirada a mis compañeros. Al cabo, suspiré dejando salir el cabreo, sustituyéndolo por el cansancio- Anda, vámonos.
Activé de nuevo el código de la alarma y salimos, cerrando las puertas con llave. Afuera, el mal tiempo nos acompañaba con lluvia y frío mientras cerraba el portón de acceso a la tienda. Ni siquiera los cielos eran misericordes en aquél duro día de curro.
- Bien está lo que bien acaba, al menos- me cerré la cremallera del abrigo y, despidiéndome de mis compañeros, eché a andar hacia la parada del autobús.
Había sido un día agotador, lleno de visicitudes, de gente extraña, de cosas aún más extrañas, de videojuegos, nintendo 3DS, frikis, seminuevos y demás. Pero, al fin, había terminado. Y para celebrarlo pensaba consumir la poca batería que trajera de fábrica mi consola durante el viaje a mi casa ¡faltaría más! Puede que me hubiera estado quejando durante toda la jornada, pero al final siempre lograba sonreír satisfecho. Al menos tenía trabajo y unos compañeros geniales (casi siempre). Aquello era algo de agradecer.
Mi teléfono móvil me sacó de mi ensimismamiento, mientras hacía recuento de todo lo acontecido.
- Dime, César- saludé.
- Franchu, oye...- Malo. Si me llamaba así era porque quería pedirme algún favor. No fallaba. Era como cuando mi hermano me llamaba "chache"- ¿Puedes volver un momento a la tienda? Me he olvidado el paraguas, y con la que está cayendo...
Tras unos segundos de incómodo silencio, acompasado por el ritmo de la lluvia sobre mi cabeza, me giré y deshice el camino andado.
- Voy para allá- suspiré, guardando el teléfono. César me debería una, y bien gorda. Esperaba que al día siguiente se trajera dinero para invitarme a desayunar, como mínimo. Y allí que regresé de nuevo a mi trabajo, para abrir de nuevo, escuchar (seguramente) la alarma y a la operadora otra vez, para volver a cerrar y todo el resto del bucle. Decididamente, hay días en los que uno no debería levantarse de la cama. Pero, si no lo hiciéramos, la vida no sería tan interesante ¿verdad? ¿¡Verdad!? Por favor, decidme que sí...

Fin (ahora sí que sí, el final de verdad)

Aquí acaba la historia, después de muchos minutos delante del ordenador, muchas latas de coca-cola sobre mi escritorio y muchas risas echadas por vuestra parte (espero, por la cuenta que os trae) y la mía. Un poco exagerada, bien es cierto, pero ¿qué sería de nosotros sin el humor que nos ayuda a seguir adelante, día tras día?
¿Moraleja? ¿Tiene que tenerla? Supongo que sería algo así como que siempre, hasta de los peores momentos, sea en el trabajo, los estudios, la vida en general, se puede sacar algo bueno. Aunque sea una historia que contar... ¡¡y una 3DS en el bolsillo!! ¡¡Yeheeeeeei!! ¡¡Viciaco del bueno, bueno!!
Esperando que os guste, se despide hasta la próxima ocasión, el mismo que viste y calza. ¡¡Besos y abrazos en 3D para todos/as!!

1 comentario:

  1. Es jodidamente buena la historia, me has matado de la risa Número 2 jajajajaja

    Un abrz

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