martes, 22 de marzo de 2011

Y el mundo sigue girando

"Se había levantado temprano, como de costumbre. En una sociedad como la suya no se toleraba el holgazanear hasta tarde. ¿Un vago más? ¿Deshonrar la memoria de aquellos que habían levantado todo aquello, de sus ancestros? Ni pensarlo.
Como uno más, se unió a la multitud que abarrotaba las afueras de su hogar, cada uno con una idea en mente, pero todos siguiendo la misma senda. El camino del progreso, de darlo todo por su hogar, por su nación. Habían pasado por momentos difíciles, si, pero siempre habían logrado recuperarse. Cada vez que se levantaban, lo hacían con fuerzas renovadas, dispuestos a comerse el mundo, a sobresalir por encima de los demás, a dejar bien grabada su huella en la historia.
Como todas las mañanas, tenía que abrirse camino entre la aglomeración, dispuesto a cumplir con su tarea. Debía dar ejemplo a sus descendientes, hacerles ver que con esfuerzo, trabajo duro y perseverancia todo se podía alcanzar. Allí, junto a sus iguales, se sentía en la cima del mundo, mientras el suave sol de la mañana les daba la bienvenida a un nuevo día. Un día lleno de ruido, de pasos y roces, de apretarse contra sus congéneres, pero también de nuevas expectativas, de horizontes por alcanzar y metas por conseguir. De ayudar en la mejora de su nación.
De repente, una nube cubriendo el sol dió paso a la vibración que, bajo sus pies, iba en aumento. Como uno sólo, alzaron la mirada para comprobar cómo su mundo se venía abajo sobre sus cabezas. La multitud corría, dispersándose, empujándose los unos a los otros y, aún así, siguiendo un orden establecido, un camino en medio de aquél caos. En torno a ellos, sus hogares, que tanto esfuerzo y tiempo habían costado levantar, se desmoronaban con una facilidad pasmosa, dejando atrapados bajo los escombros a centenares de sus iguales.
Debía salir de aquél infierno, encontrar un lugar donde guarecerse hasta que todo hubiera pasado. Con aquél único pensamiento en mente, sorteaba los cuerpos de camaradas sin vida. Podía conseguirlo, todo aquello sólo sería un mal sueño. Debía cerrar los ojos a tanta catástrofe, tanta desolación en derredor; si quería sobrevivir, debía endurecer su corazón. Y, a pesar de todo, no pudo desatender la muda súplica de una extraña semienterrada por lo que antes había sido un sólido muro. Se detuvo, en medio de aquél desorden, intentando ayudarla. Podía sentir su miedo, amargo y punzante, mientras quitaba los escombros sobre su abdomen. Lo conseguirían, la sacaría de allí y, juntos, encontrarían la manera de sobrevivir. Como siempre habían hecho.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el fuerte murmullo del agua. Una vez más, elevó su mirada a los cielos a tiempo de ver llegar la fatídica ola que rugía como un monstruo hambriento, engulléndolo todo a su paso: tierra, rocas, cuerpos sin vida... En un último esfuerzo, se aferró a su compañera exánime y, juntos, fueron arrastrados por aquella bestia elemental que reclamaba sus vidas. El propio impacto del muro acuático le hizo perder el sentido, mientras la vida se le escapaba burbuja a burbuja de su frágil cuerpo, zarandeado por la violencia del agua. Su último pensamiento fue para sus congéneres, sabedor de que muchos habrían sobrevivido y, tarde o temprano, levantarían su hogar una vez más.

- ¡Siiiii! ¡Cuidadooo, que llega el aguaaaa!- exclamó Daniel derramando su botella sobre el hormiguero, mientras su amigo Víctor pisoteaba a algunas de las supervivientes.
- ¡Victosaurus está fuera de control!- rugió el crío apisonando la tierra con sus deportivas, sintiéndose todo un conquistador.
- ¡¡Niños!!- llamó la madre de Daniel- ¡Dejad lo que estéis haciendo y venir a merendar!
- Jo, que rollo. Se acabó la diversión- murmuró Daniel mientras salía corriendo hacia su madre- ¡El último es idiota!
Las risas de ambos pequeños fueron lo último que se escuchó en aquél hormiguero destruído, en aquella batalla perdida contra una fuerza superior e incontrolable. Pasaría el tiempo, pero tarde o temprano las hormigas supervivientes levantarían su hogar una vez más. Como lo habían hecho sus antepasados, y los antepasados de éstos... Y es que, al final, el mundo sigue girando"

Dedicado a todos aquellos que han sufrido y sufren los desastres de Japón éstos días. Es ante dichas adversidades ineludibles cuando somos seres insignificantes frente al capricho de la naturaleza; y cuando debemos tender la mano a hermanos de un mismo mundo, ya sean de diferente cultura, religión o país, para ayudar en cuanto podamos. El tiempo sana todas las heridas y, al igual que las hormigas, tarde o temprano volveremos a levantarnos, mas fuertes que nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario