jueves, 9 de junio de 2011

Gamers, sus viajes legendarios (Capítulo 2)

Capítulo 2- Tecnología y alcohol, mala combinación

- Menuda puta mierda de día, joder- soltó mi hermano dejándose caer en las escaleras del almacén de la tienda, suspirando.

Desde niño no ha sido una persona demasiada dada a andarse con sutilezas. ¿Que ésa señora se ha colado en un supermercado? Soltarle un “a la cola, pelleja” es lo mínimo. ¿Que un coche va demasiado pegado a él mientras conduce? Apertura de ventana, dedito alzado (los días festivos uno más de regalo) y un “¡Deja de besarme el culo, cabrón!”, funciona a las mil maravillas. Al menos para él. No era de extrañar, pues, que a aquellas horas de la tarde su vocabulario rebosara de un lenguaje bastante florido.

- Como vuelva alguien a preguntarme por el Wii Party, sacaré a Fluffy de paseo- amenazó.

¿Quién es Fluffy, os preguntaréis? ¿Un perro, un gato? ¿Os dejan tener mascota en la tienda? Para empezar, os diré que suficientes “mascotas” tenemos ya todos los días, dado que no me sorprendería que algún día me contestaran con un rebuzno, visto la educación de algunas personas. Y no, no tenemos mascota. Bueno, miento. Teníamos a Rockstar.

Un día, al abrir la tienda, David se encontró un ratón que saltaba en el escaparate. El bicho salió corriendo y se ocultó en el almacén. A partir de entonces, bautizado como Rockstar (en honor a que el día de su descubrimiento, se ponía a la venta el Red Dead Redemption), se dedicó a aportar una nota de color a nuestras vidas laborales. El bicho se las sabía todas: desde escamotear algunos monchitos que se le caían a alguien en el suelo del almacén, hasta salir a despedirnos a última hora, mientras nos cambiábamos, para hacer que Jose David metiera unos saltos de aquí te espero (impresiona ver a un tío tan enorme como Jose dar ésos brincos. Palabra). Finalmente, el pobre bicho murió haciendo lo que más le gustaba: dar por el saco. O si no, preguntadle a César la gracia que le hizo encontrarse al ratón mas seco que la mojama en una de sus zapatillas de deporte.

Pero, retomando la historia, os explicaré que Fluffy se trata, en realidad, de un palo gordo de metal, extensible, que solíamos tener debajo del mostrador. Sus orígenes son inciertos y se pierden en las brumas del tiempo. Pero cuenta la leyenda que surgió de una batería del Rock Band defectuosa que el transportista se llevó una buena mañana, dejando una de las patas que la sujetaba detrás. Sea como fuere, el caso es que mi hermano la encontró un buen día por el almacén, criando polvo y telarañas, y decidimos darle un uso mejor.

Una de las cosas más grandiosas que con ése instrumento nos han pasado fue el día en que nuestro coordinador se pasó por la tienda para hacer una revisión del estado general. Rebuscando por el mostrador, halló el prodigioso artilugio, y sacándolo, miró a Raúl con ojos desorbitados.

- ¿Esto que es?- preguntó, admirándolo en todo su esplendor (extensible).

- Un palo de hierro- como podéis comprobar, mi jefe no es una persona dada a los rodeos cuando no son estrictamente necesarios (sobre todo para la trama de un relato. ¿Os he contado ya la historia de la bola de papel y el inodoro…? Ah no, eso era otra aventura totalmente distinta a ésta. Sigamos, sigamos)

- ¿Pero para qué tenéis ésta cosa aquí?

- Hombre… ¿tú que crees?- entre la barbita y la miradita picaresca, ya os digo que Raúl, en ése momento, parecía un personaje del célebre cuadro de Rubens de “Sátiros atacando a las Ninfas”.

- ¿Para pegar a la gente?- ¡bingo! Y hay gente que piensa que ser coordinador es incompatible con resoluciones mentales básicas. Cuanta injusticia hay por el mundo.

Ante toda la respuesta de mi jefe (un elocuente meneíllo de cejas que no dejaba mucho lugar a la imaginación), el coordinador se alejó con Fluffy hacia el baño, tirándolo al cubo de basura mientras murmuraba por lo bajo algo así como que no le pagaban lo suficiente. Poco sabría él que mi hermano, César y Ricardo organizarían una acción de rescate conjunta para recuperar a nuestro metálico compañero, devolviéndolo a su sitio original (aunque escondido tras la caja registradora, obviamente). Finalmente, os alegrará saber que, a día de hoy, Fluffy todavía no ha probado la carne humana (como mucho un par de peluches de Doraemon o Koopa Troopa al finalizar el día, en nuestros célebres torneos de “Béisball Gamer”). Una vez aclarados varios puntos para el normal desarrollo de nuestra historia (o para que os echéis un poco mas las risas, todo es ponerse), sigamos.

Como decía, tanto mi hermano, como mi cuñada, como todos y cada uno de los empleados de la tienda, estábamos un poco hartos a aquellas horas. Siendo Nochebuena, imaginaos la que les cae a vendedores de algo tan requerido como los videojuegos. Vamos, que “The Walking Dead” es un paseo por el campo en una mañana soleada comparado con lo que habíamos pasado.

- ¡Vamos, chicos, que es hora de cerrar!- como un coro angelical, nos llegó el vozarrón de Javi desde fuera del almacén, mientras a modo de línea de policías antidisturbios íbamos arramblando con la gente hacia la salida para que se marcharan.

- Al fin, se acabó el suplicio- comenté mientras bajaba la persiana metálica que cerraba la tienda.

- ¡Que empiece la fiesta!- exclamó César sacando del almacén unas cuantas botellas de cava y picoteos varios.

Al ser Nochebuena, cerrábamos tres horas antes de lo previsto, y como es costumbre en España ¿qué mejor modo de celebrarlo que con un poco de bebercio antes de reunirnos con nuestras respectivas familias en casa? Mas que nada por ir calentando el ambiente festivo, que nunca está de más.

- Para mí sólo un culín- dijo Ricardo.

- Para culín la clienta de última hora. Venga, bebe, que esto no mata todavía, Mr. Mancuernas- César escanció una buena dosis en cada una de las copas.

Es hecho comprobado que las cabras tiran al monte, y ése par de dos tiran a otro tipo de montes. Ya sabéis, con más voluptuosidad, llenos de placeres… en fin, a buen entendedor, pocas palabras bastan.

- Tomad, Sir Francis, llevad los impuestos de hoy a nuestra cámara acorazada de manufactura enana- ordenó Raúl pasándome por el aire una bolsa transparente llena de dinero.

¿Cómo resistirse a una petición de última hora si es formulada de dicha manera? No es difícil llegarme al corazón, y lo sabéis… malditos cabrones…

Así que dejé mi copa en el mostrador y entré en el almacén, mientras detrás de mí mis compañeros estallaban en risas ante un chiste que no repetiré aquí (nunca se sabe en que horario va a ser esto publicado, pero mejor no tentar demasiado a los censores… todavía). Eché un vistazo al lugar del último reposo de Rockstar (o sea, las zapatillas de César) y subí los escalones hacia la segunda planta del almacén de la tienda para guardar el dinero en la caja fuerte. Abrí la puerta del pequeño cuartucho donde se hallaba… y me paré en seco al ver lo que tenía delante de mis narices.

Y ahora, una pausa para la publicidad (o, en mi caso, para cenar) mientras os dejo con un pequeño acertijo.

¿Qué creéis que me encontré en el cuartucho del almacén?

a) Varios congéneres de Rockstar devorando el cadáver de un antiguo empleado de la tienda que desapareció, misteriosamente, hacía semanas.

b) Una voluptuosa mujer, mirándome con lascivia, mientras jugueteaba con un mando Move de PS3.

c) Un enorme robot saliendo del techo, mirándome con una enorme bola a modo de ojo, moviendo paneles y palancas con sus brazos mecánicos.

d) Absolutamente nada, y por más que te esfuerces en sorprendernos, Fran, tan sólo se trata de tu enferma mente friki.

A la vuelta, seguimos, y desvelo el misterio del almacén. Buuuuhhhh… ¿Acojona, eh? Inquieta, al menos… espero…

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-¿Has oído ya lo del nuevo Polo?

- ¿El qué? ¿Que viene con aire acondicionado, y radio función de mp3 con 4 altavoces?

- No, lo otro.

- ¿Lo del asistente de arranque en pendientes?

- Si, pero además tiene airbags frontales, laterales y de cabeza, retrovisores térmicos con ajuste eléctrico y faros halógenos con luz de día. Y todo por un precio de escándalo.

- Pues yo, que quieres que te diga, sigo prefiriendo mi… ¡¡Charizard!!

¿Cansado de los atascos a primera hora de la mañana? Vuela y preocúpate solo de las cagadas de cigüeña.

¿Cansado del vecino y su manía de poner música a las cuatro de la tarde un sábado, jodiéndote la siesta? ¡Haz que tu Charizard le inmole junto a su casa y a disfrutar!

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¡Llame ya y haga su reserva! Las mejores vacaciones para usted y los suyos, a tan sólo un golpe de su billetera. Viajes “Wish you return”, y déjese de playas y monumentos. Una experiencia única en la vida, se lo garantizamos. Si no queda satisfecho, le devolvemos su dinero (si logra volver, claro).

Fin de los anuncios

¡Ya de vuelta! ¿Habéis logrado adivinar el acertijo? ¡Vamos a ello!

Para todos aquellos/as que respondieron la a), ¿os habéis pensado que, si desapareciera un compañero no lo buscaríamos con ahínco? ¿Pero que clase de monstruos desalmados creéis que somos? Primero lo buscaríamos para quitarle la cartera, joder, que no está la vida como para desaprovechar unos eurillos extra.

Para aquellos que respondieron la b), ya me hubiera gustado contemplar semejante visión. He de decir que, de haber sido así, me hubiera importado bien poco que hubiera sido una vampiresa, fantasma o alienígena (que es lo común en estas escenas picantes sin ninguna lógica argumental). Y, de ser así, en éstos momentos no creo que estuviera entre vosotros narrándoos nuestras aventuras (que tampoco sé donde estaría, pero feliz, seguro)

Para aquellos que contestaron la d), si hubiera sido así la cosa (y no estoy poniendo en duda que tengo una enferma mente friki), si no hubiera pasado nada, no tendría nada que contar ¿no creéis? De todas formas, habida cuenta de lo que sucedió, aún hoy en día dudo si no sería una jugarreta de mi mente.

Y, la respuesta correcta, es la c). Un aplauso para los ganadores y podéis pasaros por la tienda cuando queráis a retirar vuestro premio, consistente en un vale descuento para Faunia y una cajita de cereales con chocolate (que estamos de promoción, y hay que repartirlas). Y ahora, sigamos con lo nuestro.

Efectivamente, aquello que me hizo soltar la bolsa del dinero y abrir la boca hasta límites insospechados (que ríete tú de las muecas de Crash Bandicoot), era, ni más ni menos, que un robot gigante. Aquella máquina surgía del techo, como una enorme estalactita llena de cables y brazos mecánicos. Pendía de ella un enorme globo ocular mecánico, de luz anaranjada, que parpadeó al verme entrar. Sus múltiples brazos se movían por toda la habitación, tras los paneles que hasta el día anterior habían formado parte de la pared. El pequeño cuartucho se había transformado en un laboratorio lleno de monitores y máquinas, donde aparecíamos, sorpresa sorpresa, todos y cada uno de los empleados y parte de los clientes. Alcancé a ver pantallas y monitores con fases de videojuegos que todavía no se habían comercializado, con grabaciones de la tienda, con datos, estadísticas y demás… en fin, toda una amalgama de imágenes que controlaba aquella enorme máquina. Entonces, no obstante, su atención se había centrado completamente en mí.

- Sujeto 3995, Albiar Jiménez, Francisco- rechinó aquella cosa con una metálica voz de mujer. Pude contemplar en un lateral de su, llamémoslo cuello, unas letras: GLaDOS. ¿De qué me sonaba aquél nombre? En el shock del momento, no conseguía recordarlo.

- ¿Pero qué cojones?- lo sé, no es la contestación mas refinada, pero me habría gustado veros a vosotros en ésa misma situación.

- No deberías haber interrumpido las reparaciones nocturnas de la unidad 009. No estás autorizado para permanecer aquí en estos momentos.

Las siguientes palabras que se me venían a la cabeza antes de salir de allí por patas fueron interrumpidas por mi hermano, que hizo acto de presencia.

- ¡Pero bueno, chache! ¿Qué haces? Que te estamos esperando todos ¿Pero qué cojones?- como veis, la reacción al ver una enorme máquina, es la misma. Cosa de familia, ya os digo.

- Sujeto 5774, Albiar Jiménez, Sebastian. Sin autorización para contemplar las tareas de reparaci…

- ¿Pero qué cojones?- exclamó Ricardo, entrando en el cuartucho tras Sebas. No sabía qué más me preocupaba a aquellas alturas: si el hecho de que en la tienda había un enorme robot, si el hecho de que pronto seríamos demasiados para el pequeño habitáculo o si el hecho de que trabajar juntos durante tanto tiempo nos estaba volviendo tan predecibles que todos soltábamos la misma puñetera frase. Como una mente colmena, igualito.

- Ninguno de los tres tiene autorización para estar aquí- interrumpió mi hilo mental la máquina, haciendo girar su enorme ojo hacia nosotros, situándolo a escasos centímetros.

Mis piernas me decían que saliéramos de allí cuanto antes, para no regresar jamás. No sé vosotros, pero a mí el hecho de que un robot gigante me mire y niegue mi autorización para permanecer en un sitio que domina él, me pone de muy mal cuerpo. Debíamos escapar cuanto antes, y mi cerebro trabajaba a toda velocidad examinando las posibles vías de salida. Quizás si la lográsemos distraer con el extintor cercano, podríamos crear una pantalla de humo para escapar por la puerta. Luego, podríamos sellar la salida con cajas de consola y…

- ¡A tomar por culo!- Ricardo puso en práctica el plan más primitivo y eficaz que se le puede ocurrir a la raza humana: lanzarle lo que tenía en la mano. Y dicho objeto vino a ser la botella abierta de cava, que con dos vueltas de campana se estrelló contra el enorme ojo, haciéndose añicos y empapándolo de alcohol- ¡¡Corred!!

Ninguno puso objeciones a aquella orden y salímos por piernas mientras la máquina se quejaba con estridentes ruidos metálicos. Bajamos las escaleras a toda pastilla y abrimos la puerta del almacén, corriendo hacia el mostrador.

- ¡Tenemos que salir de aquí cagando leches!- gritó mi hermano dirigiéndose hacia la salida mientras cogía a Pilar de la mano.

- ¿Qué habéis hecho? ¿Qué pasa?- preguntó David, mirándonos a los tres.

- No es broma. Arriba hay una enorme máquina que habla, en una sala llena de ordenadores y monitores. ¡Vámonos, luego os explicamos!- Ricardo tiraba de la manecilla de la salida lateral de la tienda, sin ningún éxito- ¡Está cerrada!

- ¿Cuánto alcohol habéis bebido? ¿Os habéis enchufado la botella entre los tres de una sentada?- Raúl nos miraba con la ceja enarcada, siempre tan escéptico. ¡Seguro que si se hubiera tratado de un Apocalipsis zombie otro gallo nos hubiera cantado a la hora de convencerle!

- ¡En serio, chicos, hacednos caso y salgamos de aquí cuanto antes!- exclamé al borde del histerismo, justo cuando las luces de la tienda se apagaron a la vez, junto a los monitores de los ordenadores y el plasma de vídeo. Nos quedamos totalmente a oscuras, iluminados por las tenues luces de emergencia del baño- Mierda…

- Que nadie se mueva. Habrá saltado el diferencial- dijo Raúl, saliendo de detrás del mostrador.

En aquél momento, el propio techo de la tienda se abrió con una explosión de cascotes de pladur y yeso, mientras el pavimento de madera era horadado por varios brazos metálicos que, como troncos de árboles, crecían en pocos segundos. Del techo descendió el enorme ojo de aquella máquina, entre zumbidos eléctricos y un aluvión de chispas.

- ¿Pero qué cojones?- turno de Raúl de pronunciar la consabida frasecita. Lo que yo os diga, compenetrados mentalmente.

- Sujetos de prueba de la unidad 009- dijo la máquina con leves ondulaciones en la voz y temblores a lo largo de todo el fuselaje. Parecía que el cava le había afectado lo suyo- Habéis transgredido la política de la organización, y por ello debéis ser sancionados- en la oscuridad, el color anaranjado que emitía su enorme ojo resultaba de lo más impresionante. Parecía un faro en medio de la noche, dirigiéndose a todos y cada uno de nosotros.

- No, si nosotros ya nos íbamos a casa. No se moleste- David siempre tan políticamente correcto. Decirle eso a un cliente que te viene chillando porque su juego no funciona puede valer, pero no recordaba que en el manual del trabajador de la empresa viniera una sección de “Cómo tratar, asertivamente, a una máquina gigante con personalidad propia”.

- Silencio. Las normas han sido transgredidas, así que pasaremos al nivel dos: la experimentación con sujetos humanos- mientras dictaba sentencia, uno de sus brazos nos apuntó con lo que parecía un apéndice lenticular, en forma de pistola, que variaba del color azul al naranja.

- ¡Yo me piro de aquí!- dijo Javi mientras salía corriendo hacia la verja que cerraba la tienda. ¡Qué cabrón! ¡Me había quitado la idea de salir por patas en aquellos momentos! La máquina estuvo más rápida que él y le apuntó con aquél cachivache. Un fogonazo azul en forma de portal se abrió bajo él, congelándolo en plena carrera. Un segundo disparo anaranjado lo hizo desaparecer, desintegrándolo.

- Siguiente sujeto- informó la voz metálica, dirigiéndose de nuevo hacia nosotros.

Acto seguido, efectuó otro disparo azulado hacia César y Carlos, dejándolos en el sitio antes de desintegrarlos con la luz naranja.

- ¡Corred, dispersaos o nos volatilizará a todos!- dijo Raúl mientras se dirigía hacia el almacén, seguido de Jose David. Como pude comprobar segundos antes de zambullirme tras el mostrador junto con Bea y David, no llegaron demasiado lejos antes de que los haces de luz les dieran de lleno.

Varios fogonazos más acompañados de los gritos de mi cuñada y mi hermano nos confirmaron que la máquina los había alcanzado a ellos también.

- ¡Nos está masacrando!- gritó Bea con las manos en los oídos. Una observación de lo más lógica, sin duda alguna. Pero aún quedaba uno de nosotros con las gónadas en su sitio, o eso esperaba yo.

- ¡¡Puta de mierda!!- exclamó Ricardo, seguido de un golpe metálico. Como suponía, mi fiel compañero no me había decepcionado a la hora de plantarle cara y golpearla con algún objeto contundente. Pobre Ricardo, siempre acostumbrado a morir matando, como nos dio a entender la nueva salva de luces.

Tras varios segundos de silencio, los tres restantes nos miramos entre sí, agazapados detrás del mostrador.

- ¿Creéis que ya se ha ido?- susurró Bea, con el miedo en sus oscuros ojos de gótica (queda más impresionante tener los ojos oscuros si eres gótica, está comprobado)

Tras de mí, hallé el valor que me faltaba en forma de regalo de los dioses: Fluffy. Nuestro añorado amigo metálico se encontraba escondido en una de las cajoneras del mostrador. Así que lo aferré, lo extendí y, sujetándolo con la mano derecha, gateé hasta el borde de nuestro improvisado parapeto.

- Se ha ido…- comencé a decir, justo cuando David salía de detrás del mostrador, sin duda para dirigirse hacia la salida. Un nuevo disparo de la máquina le acertó de lleno- Se ha ido haciendo más grande, joder, que nunca me dejas terminar.

Regresé junto a Bea mientras David desaparecía, siguiendo al resto de nuestros camaradas caídos en combate.

- Bueno, Bea. Parece que éste es el final. Y, se me ocurre, ya que vamos a morir a manos de un engendro mecánico… ¿qué tal si…?- mi movimiento de cejas no dejaba lugar a dudas de mis intenciones, y mi tan ansiada respuesta fue un bofetón por parte de mi compañera- Vale, vale, lo he captado. Tú quédate aquí y, en cuanto veas la menor oportunidad, sal corriendo hacia la salida ¿de acuerdo?

Dicen que los héroes nacen en los momentos de crisis. Dicen que salvan vidas, que ayudan a los demás, que se hinchan de valor y gloria ante la adversidad. Pero lo que no te dicen es que te sudan las manos, te tiemblan las piernas y desearías estar en cualquier otro lugar que no fuera ése. Y así me sentía yo cuando salí de un salto de detrás del mostrador.

- ¡Vamos, ven a por mí!- exclamé, comprobando como la máquina pasaba de mi culo olímpicamente y, asomándose tras el mostrador, volatilizaba a Bea en un santiamén- Bueno, no dirán que no lo intenté. ¡Pies para qué os quiero!

Mis zapatillas resonaron en el suelo de madera mientras corría hacia la salida, con las llaves de la tienda en la mano izquierda y Fluffy en la derecha. Si conseguía abrirla lo suficiente para salir rodando por debajo, a lo Indiana Jones, sería libre. Pero aquella máquina tenía otros planes, y con otra explosión en el techo, apareció delante de mí cortándome la única vía de escape.

- Sujeto 3995, ¿adónde crees que vas?- hay preguntas que, estoy seguro, son formuladas con ánimo de joder, simple y llanamente.

- Muy bien, se terminó huir. Somos tú o yo, no hay nadie más. ¡Dejemos que hablen nuestras espadas!- y me lancé a por ella con el bastón de hierro en la mano, en un soberbio salto, al más puro estilo medieval. Que épico todo y que bien hubiera quedado ésa escena en un rol en vivo. Lástima del disparo azul que me congeló en pleno vuelo.

La máquina se tomaba su tiempo, examinándome, todavía algo trémula y estropeada.

- Comienzan las pruebas para todos vosotros, unidad 009. Os desearía suerte, pero no entiendo de ésos deseos humanos. Procurad no morir demasiado pronto, dejándome sin los datos de análisis pertinentes. Que tengáis un buen viaje- y apuntándome con aquella pistola, me disparó a bocajarro. Lo último que contemplé antes de ser volatilizado, fue una intensa luz naranja… y, grabado sobre el fuselaje del robot, el tan conocido logotipo de mi empresa.

Glosario Friki para los “no iniciados”

- Wii Party. Un juego de la Wii (¿A que no lo habíais notado?) que consiste en una fiesta virtual (¿qué sutil es Nintendo con los títulos de sus juegos, eh?). Se trata de crearte uno de los avatares de la consola, o Mii, y participar en un juego de tablero donde, al final de cada ronda de tiradas, sale un minijuego para todos los participantes. Con una cerveza y unas cortezas, planazo del bueno para un fin de semana.

- Monchitos. También conocidos como la droga de la tienda, junto a las latas de Monster. Se trata de una chuchería bastante antigua (si no la has probado, no tienes infancia), made in Spain, consistente en arroz inflado salado (como los cereales del mono pero sin chocolate). Es la dieta básica de un trabajador y vendedor de juegos aplicado.

- Rock Band. Un juego con el que puedes lograr que todos los vecinos de tu bloque de pisos te odien hasta el punto de desear matarte. Se trata de los componentes de una banda, a saber un par de guitarras, una batería y un micrófono, con los que formar una buena orquesta en el salón de tu casa. ¿Quieres sentirte como una estrella musical, o simplemente dar por culo a tus vecinos? Éste es tu juego

- Doraemon. “Ojala mis sueñoooos, se hicieran realidad, se hicieran realidad, porque tengo un montón” Y con ésta alegre tonadilla comienzan las aventuras de Doraemon, el gato cósmico (de gato mas bien poco, porque aparte de ser un robot del futuro, no tiene no cola ni orejas, habla y va a dos patas). En ellas, el protagonista (un niño japonés gafotas, vago y llorón) le pide ayuda constantemente al gato cósmico para que, echando mano de un bolsillo que tiene en la tripa (a modo de marsupial, o sea que me reitero en eso de que de gato, poquito), saque un artilugio con el que facilitarle al vida. Desde gorros con hélices para volar, hasta agua que hace crecer cosas, lapiceros mágicos… en fin, que si veis algún día uno de éstos bichos, recordad lo mucho que os reís con mis historias y lo majo que soy, anda (¿cuela?)

- Koopa Troopa. Uno de los perseverantes esbirros de Bowser, el Némesis por antonomasia de Super Mario. Se trata de una tortuga que, al ser golpeada en el caparazón (viva el maltrato animal si con ello conseguimos milloncejos para la saca ¡yuhuuuu!), deja tras de sí la concha, pudiéndosela lanzar a sus congéneres. Habitualmente, vendrían a ser los masillas de toda película de chinos, de ésos que hay a miles y acaban muriendo vilmente por una causa que no es la suya, coaccionados por un tirano (en éste mundo, en forma de kappa punki que arroja fuego).

- The Walking Dead. Serie de televisión, basada en los cómics del mismo nombre, que trata de… chan chan chan chaaaaaan ¡¡Muertos vivientes!! De tanto verles en masa devorar intestinos de sus histéricas víctimas, con ésos andares tambaleantes, ésas miradas vacuas y ésos cuerpos medio descompuestos, se les acaba cogiendo cariño ¿a que si?

- Mando Move de PS3. Una barata imitación al mando de Wii (¿Se nota mi sangre nintendera, eh?). Consiste en un trozo de plástico alargado, rematado por una bola transparente que se ilumina con colorines mientras juegas. Tiene, sospechosamente, forma fálica. De ahí la connotación sexual de la opción número dos, por si aún no lo habíais pillado, lumbreras.

- Charizard. Se trata de uno de los chorrocientos mil Pokémon existentes ahora mismo. Es un dragón evolución de Charmander, uno de los primeros Pokémon de la historia, bastante moloncio. Como se describe en el anuncio, puede volar, escupir llamas… en fin, un medio de transporte que estaría genial poseer en la vida real, desde luego.

- Pokéball. El artilugio con forma capsular donde quedan guardados los Pokémon mientras sus entrenadores no los usan para combatir entre sí. ¿Y que luego digan que ésta saga de juegos incita al maltrato animal? Tonterías. Yo llevo jugando desde los diez años y nunca… ¡joder, el puto conejo se ha vuelto a escapar! ¡Como te pille verás, cabrón! (es broma, ¿eh? No me denunciéis tan rápido)

- Racoon City. La ciudad, por excelencia, de la saga de juegos de Resident Evil. Como podéis imaginar, plagadita de zombies y engendros a los que freír a balazos mientras huyes como un gamo, en busca de un helicóptero o tren que te saque de ése dolor constante de corazón.

- Rapture. La urbe subacuática de la saga de juegos del Bioshock. Se trata de un lugar utópico, donde se pretendió que nadie gobernara (como dice su creador: ni dioses ni reyes, sólo hombres). La cosa iba bien hasta que se les fue la mano con una sustancia que creaba drogodependencia, y a todos se les fue la olla demasiado, convirtiendo la urbe en un compendio de ruinas acuáticas llenas de maníacos esquizofrénicos y monstruos.

- Liberty City. La ciudad más famosa dentro de los juegos de Grand Theft Auto. Rebosa de vandalismo, robo de coches, drogas, prostitución, mafias varias… en fin, todo un compendio de oportunidades para medrar en el mundillo gánster y no morir (o morir repetidas veces) en el intento.

- Crash Bandicoot. Personaje de la saga de juegos de Naughty Dog con el mismo nombre, consistentes, por simplificar, en el Super Mario de Sony. Se trata de un marsupial de las antípodas, humanizado, y con ojos de loco que va dando saltitos y recogiendo manzanas mientras muere de muy variadas formas. Son adictivos de la leche, los jueguecicos, y más de un verano me he pasado enganchado a la playstation 1 viciándome con ellos.

- GLaDOS. Nombre del robot de los juegos Portal, de Valve, consistentes en usar una pistola de portales para resolver una serie de puzzles en primera persona. Como puede verse en la referencia a dicho artefacto que hago, tiene una especial malevolencia a la hora de cumplir su cometido de experimentar con humanos. Lo mejor, su dulce y metálica voz de mujer, siempre con un tonillo sardónico-humorístico.

1 comentario:

  1. Jajajajajaja muy bueno Fran, me he estado riendo un buen rato!! Jajajaja a ver si subes más historietas asi!!

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